Actualizado 24/08/2011 14:00

Esther Esteban.- Más que palabras.- La JMJ y Zapatero.

MADRID, 24 Ago. (OTR/PRESS) -

Solo habían pasado 24 horas desde que el Papa dijo adiós a España y el candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha reiterado la voluntad de su partido de llevar en su programa electoral la ley de muerte digna. Después del éxito sin paliativos de la visita, era necesario hacer un guiño a ese electorado laico, en el que Zapatero ha visto durante las últimas dos legislaturas un posible granero de votos y como el tiempo apremia ¡qué mejor recurso! que una ley que abre profundas heridas entre los católicos.

Sea como fuere es muy difícil poner un punto y final a lo que ha significado la JMJ no solo para la Iglesia, sino para este país. El mundo entero ha podido ver la vitalidad de la Iglesia Católica capaz de congregar a millón y medio de jóvenes de todas las nacionalidades, que se han presentado como un soplo de aire fresco comprometidos con su religión. No eran una pandilla de carcas, de beatos o meapilas sino una multitud de personas coherentes con sus creencias que han aclamado a Benedicto XXVI cuando les ha hablado de compromiso de vida, fidelidad a la pareja, tolerancia, búsqueda de la verdad o Paz. No eran unos chavales anclados en el pasado, sino unos jóvenes de su tiempo llenos de alegría y vitalidad, que no han dudado en plantearle a su líder religioso las cuestiones teológicas mas complicada, sin paños calientes.

Quienes creíamos que el Papa -con ese rostro marcado por la fatiga- no sería capaz de ampliar el apostolado al que llegó su antecesor el viajero Juan Pablo II nos equivocamos, y solo ver la audacia de su discurso proponiendo a los jóvenes que hagan frente al relativismo moral que impera, con una reafirmación de su fe. Que sepan, en definitiva, compatibilizar sin complejos la fe y la razón.

Que la JMJ ha sido un éxito sin paliativos está claro, y no solo para los católicos, sino también para nuestro país. La marca España se ha vendido a todo el mundo que ha seguido por televisión el evento. Yo, personalmente, mientras el Papa estaba en España me encontraba en Jerusalén donde pude comprobar en primera persona cómo una multitud de peregrinos, esperando para entrar en el Santo Sepulcro o recorrer los santos lugares, seguían por internet lo que estaba ocurriendo en nuestro país. Ser español estos días en Israel ha sido un auténtico privilegio, un lujazo difícil de olvidar, porque con solo oírte hablar en español todo el mundo se interesaba y preguntaban con admiración por lo que estaban ocurriendo Madrid.

Sea como fuere también es preciso poner en valor que esta ha sido una gira pastoral y no política y que el gobierno se ha comportado de forma exquisita tanto en la organización como en los detalles protocolarios. El ministro Jáuregui ha predicado con el ejemplo de su catolicismo y en pocas horas, según me dicen, se diluyó en el ambiente esa falsa confrontación con grupos laicistas que algunos se empeñaron en airear. Es verdad que resulta irónico que el Presidente del Gobierno que más ha legislado contra la moral católica, el mismo que se ha empeñado en erradicar cualquier signo religioso de la sociedad, termine su carrera política con la mayor manifestación de catolicismo que ha vivido nuestro país y por mucho que el candidato Rubalcaba no haya esperado ni 24 horas para recordar sus posiciones, el poso que ha dejado la JMJ es imposible de borrar. Tal vez sea ese el triste destino de Zapatero: ver como toda su obra se desmorona de una manera u otra.

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