Actualizado 11/10/2008 02:00

Esther Esteban.- Más que palabras.- El miedo y la solidaridad

MADRID 11 Oct. (OTR/PRESS) -

Un buen amigo mío, experto en economía y con muy buenos contactos en el mundo de la banca, me contó, a cuenta de la traída y llevada crisis, que la desconfianza de los españoles sobre el momento actual es tal que se ha vuelto a los tiempos en que uno guardaba sus ahorros, pocos o muchos, debajo del colchón. La cosa ahora, en pleno siglo XXI, es un pelín mas sofisticada de tal manera que no hay forma de poder alquilar en un banco una caja de seguridad, porque ante el pánico la gente ha liquidado sus cuentas y tras coger el dinerito contante y sonante lo están guardando bajo siete llaves.

Es verdad que el miedo es libre y cada cual lo procesa a su forma, pero dejarse llevar por el pánico ,en cualquier circunstancia de la vida, suele ser la peor de las recetas. De todas las noticias desoladoras de los últimos días que apuntan directamente hacia la recesión, me quedo con los datos alarmantes que afectan siempre a los sectores más desfavorecidos. Uno ejemplo podría ser el informe elaborado por Caritas-Madrid quien ha dado la voz de alarma sobre el incremento de las familias que requieren su ayuda para dos cosas básicas: alimentos y ropa. Según dicen ,los demandantes son por igual españoles que extranjeros, sin distinción de nacionalidad ni tampoco de procedencia laboral...

Me creo el informe porque el otro día viví una experiencia personal que me dejó desconcertada. Me encontraba haciendo la compra semanal en un supermercado cuando se me acercó una señora mayor, educada, aseada y correctamente vestida que me preguntó si podía ayudarla porque se encontraba en una situación económica muy apurada. Cuando saqué el billetero del bolso para darle unos euros me hizo un gesto de desaprobación. "No señora, no quiero dinero. Solo que pague algunos de los alimentos, que necesito y que ya no puedo comprar. No es limosna. Es ayuda. Mi marido está enfermo y mi hijo se ha quedado en paro y aun no ha podido cobrar el subsidio de desempleo. Con la pensión no llego a fin de mes". Incluí en mi cuenta, leche, aceite , verdura y arroz y al salir del establecimiento ,tras darme la gracias, me dijo que, cuando las cosas fueran mejor, si volvíamos a coincidir en el barrio, me devolvería el importe de lo que había comprado.

Estuvimos un rato charlando y comprobé que su historia era real. No era una mendiga, ni alguien que le echara cuento al difícil momento económico sino una persona normal y corriente en apuros. No quería limosna sino solidaridad y por su actitud intuí que jamás hubiera pensado que pudiera verse en una circunstancia ni siquiera similar. Pensé en mi amigo, en lo del colchón y la caja de seguridad y sentí un nudo en el estómago. ¿Miedo?. No sé. Tal vez eso es lo que algunos llaman desconfianza en un sistema que se desmorona.

Esther Esteban.

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