MADRID 13 Mar. (OTR/PRESS) -
Treinta años de democracia han conseguido lo que no pudieron cuarenta de dictadura: laminar al histórico Partido Comunista de España. Lo que no pudo Franco, ni la Brigada Político Social, ni el TOP, lo han conseguido -pacíficamente- los ciudadanos españoles... Y la actual Ley Electoral. Ley que a todas luces perjudica a un partido que se presenta en toda España primando a otros -CiU o PNV- que sólo juegan en sus respectivas nacionalidades. La Ley Electoral les perjudica pero tengo para mí que no es ése el factor determinante de la decadencia política de estas siglas: la clave hay que buscarla en el descrédito que apareja la ideología comunista desde el hundimiento de la URSS y el conocimiento que han ido teniendo los ciudadanos de todo el mundo de lo que fue el Gulag.
Concurría el PCE a las elecciones bajo unas siglas ("Izquierda Unida") que a juzgar por lo mal que se llevan sus dirigentes se revela como un sarcasmo. En España, hace apenas treinta años, el "PCE", era "el Partido" por antonomasia; en el mundo de la izquierda cortaba el bacalao. Carrillo, Gerardo Iglesias, Anguita, Paco Frutos y, por último, Llamazares, han sido los jalones de una imparable decadencia política. Como decía, la caída del Muro y el posterior hundimiento del sistema soviético han contribuido al descrédito de una ideología que para los ciudadanos de los países que la padecieron pasó de ser un sueño a convertirse en pesadilla. En España, a ese descrédito hay que unir el desgaste provocado por el rumbo político errático de los últimos años. Los electores han hablado pero el doctor Llamazares parece que no se ha enterado. La forma en la que ha explicado por qué no renuncia al acta de diputado, resulta patética. ¿Qué hará ahora el PCE?
Fermín Bocos.