MADRID 24 May. (OTR/PRESS) -
La victoria, aplastante, del Partido Popular en las elecciones municipales y autonómicas apareja un mensaje político diáfano: la mayoría de los ciudadanos quieren un cambio de política. El PSOE ha perdido alrededor de un millón y medio de votos y, salvo en la ciudad de Toledo, todas las capitales y comunidades autónomas donde gobernaba. El veredicto ciudadano ha sido implacable confirmando lo que tantas veces habíamos comentado: los comicios del domingo eran un plebiscito. Un juicio a la gobernación de Rodríguez Zapatero en el manejo de la crisis económica. No ha sido la crisis la que ha provocado el desplome del PSOE, ha sido el fracaso del Gobierno a la hora de enfrentarse con ella. La crisis afectó por igual y al mismo tiempo a nuestros vecinos: a Francia, a Alemania, a Holanda, etc, y todos han salido ya de ella. Todos, menos nosotros, los portugueses, los griegos y los irlandeses. Es, pues, un castigo a la mala gestión de una crisis que pilló a España con dos millones de parados y estamos ya casi en cinco y con una deuda de 300.000 millones que se acerca ya a los 800.000. Esa es la cuestión de fondo: los españoles no ven la salida del túnel y quieren el cambio. Ya no es una encuesta: es la opinión directa de la mayoría de los ciudadanos.
Creo, como digo, que el fracaso del Gobierno frente a la crisis económica ha sido la razón principal para decantar el voto de castigo de muchos ciudadanos, pero puede que también haya pesado el desconcierto, la desazón y, en última instancia, el cabreo provocado por el asunto de "Bildu" y la impresión muy extendida entre amplios sectores de opinión de cierta tutoría gubernamental detrás del fallo del Tribunal Constitucional que anulaba la sentencia del Tribunal Supremo que impedía la presentación de esta candidatura tributaria de la ilegalizada Batasuna.
Las elecciones las ha ganado el PP, pero, sobre todo, las ha perdido el PSOE de Zapatero. En relación con las últimas elecciones, los socialistas han perdido alrededor de un millón y medio de votos. Votos de ciudadanos que o han optado por otros partidos (UPyD y en menor medida IU) o se han abstenido. Ha sido una derrota sin paliativos que al castigar con tanta dureza la gestión del Ejecutivo lo deja en una situación tal de interinidad que en buena lógica debería aparejar la dimisión del presidente del Gobierno y la convocatoria anticipada de elecciones legislativas. No parece que sea esa la intención de Rodríguez Zapatero, pero, digámoslo pronto: aunque sigue siendo el secretario general del PSOE, ya no manda en el partido o manda mucho menos. Ahora es un lastre para todos. Sobre todo para quienes quieren reemplazarlo al frente de la organización.
Está claro que el PSOE puede abrir un proceso de primarias para elegir un candidato e ir al tiempo o después a un congreso extraordinario para elegir secretario general y Zapatero puede intentar alargar los tiempos para agotar la legislatura esperando a ver si escampa. Puede intentarlo, lo que no está tan claro es que pueda lograrlo. ¿Por qué? Pues porque el mensaje de las urnas ha sido claro: los ciudadanos quieren el cambio. El PSOE ha sido castigado como nunca antes lo fue en unas elecciones municipales. Quien mejor sabe que desde la noche del domingo día 22 de mayo preside un gobierno interino es el propio Rodríguez Zapatero. Así las cosas, no debería prolongar la agonía. Por respeto a la voluntad de los ciudadanos y para no seguir haciendo más daño a su partido -que necesitará algo más que un año para recolocarse en el escenario de la política nacional y olvidarse del "zapaterismo".