MADRID 23 May. (OTR/PRESS) -
Dice el maestro Rafael Sánchez Ferlosio (Premio Cervantes 2004) que no entiende el conchabamiento de la Prensa con la política, lo amiguetes que son los periodistas y los políticos. Habría que matizar que, afortunadamente, no son todos, pero el diagnóstico es certero. Sólo le ha faltado poner nombre a la enfermedad, pero salta a la vista que el mal es grave. Y lo es, porque cursa a modo de leucemia respecto de lo que en esencia debería ser y justificar la existencia misma de la Prensa y de los periodistas: un contrapeso del poder. De todo tipo y manifestación de poder: el político, el económico, el religioso, el deportivo, el cultural, el que genera la propia prensa.
Lo que estamos viendo estos días en relación con las fantasías construidas por algunos dirigentes del PP alrededor de la matanza terrorista del 11-M o el clamoroso silencio de determinados medios sobre la agenda oculta de Zapatero en relación con la ETA, dan la razón a Ferlosio.
Una parte del periodismo se ha convertido en "industria de la comunicación" y otra en el negocio -los favores se pagan- que se deriva de la ocultación de hechos incómodos para determinados poderes. Llevarse bien con el Gobierno -el local, el autonómico o el nacional- exonera de quebraderos de cabeza. Por lo demás, sabido que toda actividad industrial está orientada a la cuenta de resultados no debería sorprendernos la extraña involución experimentada por algunos medios respecto de las proclamas de independencia que reflejan en sus respectivas manchetas. Ojalá no se cumpla la profecía, formulada también por el propio Ferlosio en uno de sus más lúcidos ensayos. Hablo de aquél que aseguraba que vendrán más tiempos malos y nos volverán más ciegos.
Fermín Bocos