MADRID 28 Abr. (OTR/PRESS) -
Demuestra valor quien pese a reconocer que tiene miedo, afronta con coraje una encomienda que apareja peligro. Lo otro -quien no siente miedo frente al peligro- no es valor, es temeridad.
Arantza Quiroga, la flamante presidenta del Parlamento vasco, ha reflexionado sobre el miedo, pero ahí esta: asumiendo con determinación el destino. Tiene coraje. Es valiente. También se atreve a llamar a las cosas por su nombre. Ayer la preguntaba en la radio su opinión acerca del papel desempeñado por la jerarquía católica vasca en los últimos treinta años; la preguntaba por esa perplejidad que transmite la ambigüedad de algunos purpurados ante la barbarie terrorista. Quiroga lo tiene claro. De las palabras de algunos obispos se desprende que han estado -o están- más cerca de la sensibilidad de los verdugos que del dolor de las víctimas.
"Rezo por ellos, rezo por los obispos", respondía a la pregunta. Quiroga no oculta su condición de católica. Católica, por cierto, a la manera más apostólica de serlo. También en este registro acredita Arantza Quiroga valor, pues sin llegar a proclamarlo, tampoco oculta la cercanía de su mundo al mundo del Opus Dei: colegios, estudios, amigos. En estos tiempos en los que casi ningún político se atreve a salir del guión de lo políticamente correcto, tengo para mi que la señora presidenta del Parlamento vasco es todo un personaje. Con ella se puede discrepar hablando de creencias, de costumbres o de conductas morales, pero es seguro que mantendrá como registro principal la sinceridad.
Viniendo de donde viene -se dedica a la política- tanta sinceridad, la verdad es que resulta insólito. Insólito y esperanzador, puesta que ella -junto a Patxi López, futuro "lendakari"- simbolizan la gran novedad de la política vasca: el cambio.