MADRID 1 Feb. (OTR/PRESS) -
Admiro la capacidad que tienen algunos políticos para decir lo uno y lo contrario sin cortarse un pelo. Cuando hablo de admiración quiero decir que atiendo con curiosidad la ineluctable deriva teatral que sigue nuestra vida política oficial. Aunque algunos políticos comparecen ungidos por el don del sentido común -sería el caso de Durán Lleida hablando y propiciando consenso en la lucha antiterrorista-, son más los que militan en el bando de la desmesura cuando no en la demagogia... Escuchar al señor Rajoy, el líder de la oposición, encomiar a la Justicia (por la sentencia del caso Jarrai) cuando resulta que desde la cúpula de su partido vienen poniendo como chupa de dómine a otros jueces por la instrucción del sumario del 11-M, resulta cómico. O, si bien se mira, patético.
Por no hablar de quienes en el PNV destilan estos días rayos y centellas porque el lehendakari Ibarretxe ha sido citado como imputado (que no procesado) por el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. Nada más inquietante que una muchedumbre arracimada a las puertas de un juzgado. Es la imagen más alejada de lo que cabe esperar que ocurra en un Estado de derecho. Ayer Joseba Eguibar, presidente del PNV en Guipúzcoa, pretendía denostar la democracia española reduciendo el Estado de derecho a lo que el llama "Estado de legalidad". Es otro exceso. Si siguen por ese camino, cualquier día se van a encontrar con que los espectadores van a dejar de ir al teatro.
Fermín Bocos.