Actualizado 04/05/2007 02:00

Fernando Jáuregui.- Insignes desvaríos

MADRID 4 May. (OTR/PRESS) -

Cuesta, en ocasiones, convencer a algunas gentes de que en la vida se dan más casualidades que causalidades. Sobre todo, cuando hablamos de los temas más sonoros o llamativos. Lo digo porque acabo de concluir una tertulia televisiva en la que una parte de mis compañeros de plató insistía con rotundidad en asegurar que la detención de la cantante Isabel Pantoja fue instada por Zapatero para hacerla coincidir con su visita a Marbella, la de ZP digo, no la de la tonadillera y compañera sentimental de Julián Muñoz. Llama la atención que periodistas veteranos puedan afirmar cosas tales, olvidando que estamos en un Estado de derecho, que la independencia judicial suele ser moneda más corriente que lo contrario y que el magistrado Miguel Angel Torres, de trayectoria creo que ejemplar, no puede ser agraviado considerándosele casi un prevaricador con insinuaciones del calibre de las que acabo de apuntar.

Claro que nada tiene que ver, pienso, la meteórica visita de Zapatero para apoyar a la candidata socialista en Marbella con una detención puntual, que a mí me parece que ha conllevado una excesiva publicidad y una acaso merecida, pero improcedente, pena infamante para la Pantoja. En otro ámbito, es obvio también, al menos para mí, que los poderes de un Ejecutivo para que se legalicen o no determinadas candidaturas electorales -pienso, en concreto, en Acción Nacionalista Vasca- son limitados: puede presionar algo, si lo pretendiese, a los fiscales, pero difícilmente a los jueces. Qué más quisiera Zapatero que tener un plan diabólico para llevar las cosas, tan tempestuosas, en el País Vasco hacia el estanque de su optimismo antropológico y tenerlo todo bajo su control. Pero no. Achacar la lluvia al porco governo, como dice la broma italiana, puede ser divertido y hasta fácil, pero casi nunca suele ser acertado ni correcto. Otra cosa es que el Gobierno se deslice frecuentemente hacia la metedura de pata, que explique mal las cosas y que, por su culpa, esté perdiendo casi todos los apoyos mediáticos, terreno en el que se pasa de la crítica razonable y razonada hasta, ya vemos, la desmesura.

Y desde luego que el Gobierno comete errores insignes. Decir, como han dicho portavoces oficiosos, que el paseo por las calles donostiarras de De Juana Chaos responde exclusivamente a una prescripción médica son ganas de perder votos en las próximas elecciones generales. Porque en este caso sí que ha sido el Ejecutivo -Instituciones Penitenciarias- quien autorizó el famoso paseíto, que tanta irritación, y tan justificada, ha provocado en la opinión pública. Me parece que, más bien que mantener una actitud permanentemente conspiratoria, que algunos pretenden achacarle, al Gobierno le sucede algo quizá peor: que es víctima de sí mismo. Víctima de sus indecisiones, de su improvisación permanente, de su falta de claridad a la hora de explicar las cosas a la ciudadanía, de las vacilaciones para no tener que poner en práctica aquel dicho de que para hacer una tortilla primero hay que cascar los huevos. Y, desde luego, mi admiración por la capacidad estratégica (y táctica) de Zapatero no llega, ni de lejos, hasta el punto de pensar que pueda siquiera imaginar un plan que haga coincidir el encarcelamiento de la Pantoja con su mitin electoral en Marbella. Hombre, por Dios.

Puede que haya quien piense que el presidente del Gobierno tiene pocas luces, y muchas acaso no tenga, quién sabe. Pero si hubiese hecho algo semejante a lo que le achacan algunos comentaristas cercanos a las tesis de la oposición (no, el PP no ha abonado esta tontería, hasta el momento. Menos mal), estaría tirando piedras contra su tejado. Porque a saber quién será el siguiente de la lista en las detenciones de la 'operación Malaya': ¿tal vez toca ahora alguien cercano a la Junta andaluza?. Y no digamos más, por el momento: será el juez, como es lógico, quien determine.

Fernando Jáuregui.

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