MADRID 16 Feb. (OTR/PRESS) -
Los pies fríos y la cabeza caliente. Eso es lo que yo saqué de la primera jornada del juicio del 11-m. No esperaba más, desde luego. El taxista me pregunta: "¿qué saldrá de todo esto?". Yo le digo que de los meses venideros saldrá la verdad judicial, que no es la misma, necesariamente, que la verdad punto final. No hay, en estas cuestiones, verdades punto final. No hay verdades unívocas. El debate sobre la autoría va a seguir, y todos tendremos puntos oscuros, incógnitas, preguntas sin respuesta. Eso no lo van a subsanar ni Pedro J., ni Gómez Bermúdez, ni Federico, ni, menos aun, el Egipcio o Trashorras, ni usted, ni yo. Podemos lanzar sospechas en todas las direcciones, sugerir la participación de ETA -más allá de las investigaciones policiales y judiciales-. Pero nunca deberíamos poner en cuestión, gratuitamente, el sistema, ni lanzar la envenenada sombra de la sospecha sobre el actual gobierno -que no ha sabido, lástima, convencernos de sus certidumbres-, ni sobre la policía o el estamento judicial. Ni sobre la oposición, de la que se dice, sin mayor fundamento aparente, que lo que desea es lucrarse electoralmente de lo que está pasando y de lo que está por pasar.
Vamos a vivir meses de zozobra, de inquietud, de incertidumbre, de pugnas teóricas acerca de lo que pasó y de quién movió los hilos. No voy a actuar en esto como periodista, sino como ciudadano. Ofrézcame pruebas irrebatibles y creeré en sus acusaciones contra el conjunto de quienes nos gobiernan, duro trago.
Fernando Jáuregui.