Actualizado 07/05/2010 14:00

Francisco Muro de Iscar.- Esto no aguanta dos años.

MADRID 7 May. (OTR/PRESS) -

Ni pacto educativo ni pacto económico ni pacto social. Que se echen las culpas unos a otros es lo de menos. Lo malo que es que pagan los ciudadanos, que la crisis crece y que no podemos esperar dos años hasta que haya nuevas elecciones. Desde luego no somos Grecia -no hay que saber geografía- pero tampoco somos Alemania o Francia. Ni siquiera Inglaterra, donde acaban de votar y de decidir qué respuesta quieren dar a la crisis.

El panorama español es diáfano: cerca de cinco millones de parados sin esperanzas de encontrar un puesto de trabajo porque, entre otras cosas, por cada euro que se dedica a fomentar el empleo, se destinan cuatro a prestaciones; un déficit público que los expertos ven inviable reducir al 3 por ciento en 2013; unas pensiones amenazadas por la crisis y con difícil viabilidad a medio plazo; unas Cajas de Ahorros en el disparadero de fusionarse con urgencia o darse el batacazo que arrastraría a muchos más; tres millones de funcionarios, muchos de ellos en puestos duplicados o triplicados cuando no inútiles, y cuatro mil empresas públicas estatales, autonómicas y locales, con un crecimiento del 80 por ciento en los últimos años; organismos públicos que proliferan como rosquillas, con duplicidades absurdas y un Estado central incapaz de coordinar o, tan siquiera, conocer lo que hace cada uno; un sistema educativo fracasado y diecisiete legislaciones educativas; cerca de 100.000 leyes y reglamentos dictados por las Cortes generales y por los 17 parlamentos autonómicos en un ejercicio de inseguridad jurídica clamoroso.

Sumen a eso una Bolsa en caída libre, por causa de la especulación o de la duda razonable y razonada; una deuda pública creciente y cada vez más difícil de pagar junto a un gasto público que nadie quiere reducir; una reforma financiera que no se acomete, una reforma fiscal y otra educativa que duermen el sueño imposible de un acuerdo entre los dos grandes partidos; una Justicia sometida a la política y una política bajo la amenaza de la judicialización permanente; una violación permanente del principio de la presunción de inocencia, con juicios paralelos organizados mediáticamente; un tejido empresarial que está perdiendo efectivos a millares; y unos sindicatos que defienden a muerte sus prebendas y el gasto social, pero que no hacen nada, ni parece que les importe, por favorecer la creación de empleo. Y un Gobierno sin norte, que anuncia cada día que ya hemos salido de la crisis, junto a una oposición a la espera de ver pasar el cadáver de su enemigo.

Estos veinte o treinta problemas citados a vuela pluma se resumen en dos: no hay confianza y no se toman medidas que puedan remediar esa carencia. Ha dicho el profesor Garicano, citado por Juan Velarde, que "llevamos casi tres años de crisis y cada mes las expectativas son peores que el anterior". Lo dicho, esto no aguanta dos años.

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