MADRID 12 Feb. (OTR/PRESS) -
En Bruselas nieva, llueve y hace sol estos días. Como en la partida política que se juega en la Comisión Europea, en el Parlamento y en el Consejo de Europa. La Constitución europea está varada y alguien tiene que tomarse la molestia de encontrar una salida. Dicen los expertos que la presidencia alemana, con el empuje de Angela Merkel, las posteriores elecciones francesas y la también posterior presidencia francesa deben dejarnos ver, de verdad y sin ambages, las ambiciones políticas europeas. Está claro que no puede ser igual la Europa de los seis que la Europa de los veintisiete. Pero es igualmente cierto que si no se da un paso en alguna dirección, Europa quedará como la Europa del libre comercio, pero no será el elemento vertebrador de una gran potencia supranacional. Y, además, hay muchos problemas por la llegada de los nuevos miembros. Hay que elegir: o avanzamos o nos quedamos como estamos, afirma un alto funcionario de la Comisión. Yo creo que si nos quedamos como estamos, habremos perdido la gran oportunidad de que Europa sea lo que todos hemos soñado. Y también, la única posibilidad de frenar el disparate nacionalista.
No queda más remedio que encontrar algo que nos permita salir de este impasse. Algo que permita a los 18 países que aprobaron la Constitución decir a sus ciudadanos que se mantienen la esencia del texto que aprobamos. Y hay que buscar algo que permita a los países que dijeron no, o no se lo plantearon, explicar a sus ciudadanos que se han resuelto los problemas. "Es algo cínico", decía ese funcionario europeo, "pero es así".
Pero en Europa también se percibe la tensión entre los diputados de los distintos partidos españoles. En un acto con periodistas y abogados, representantes de varios grupos políticos mostraron dos caras diferentes: una, la de que es posible trabajar juntos desde la diferencia; otra, la de que se puede aprovechar cualquier diferencia para convertir la lucha política en una batalla de descalificaciones sin límite. Hasta no hace mucho, el Parlamento europeo era un lugar diferente porque aquí hay que ganarse el voto de los propios y de los ajenos y el diputado tiene una importante labor que realizar. Ahora, los mismos aires de querella permanente de la España política se han instalado en la Europa parlamentaria. Y ese es un espectáculo que los eurodiputados no deberían permitirse.
Francisco Muro de Iscar