MADRID 18 Jun. (OTR/PRESS) -
Treinta años para cambiar España desde los zapatos hasta el pelo. Pero cuando se empezó no parecía fácil. Se partía de una dictadura, reblandecida en los últimos años, en la que el dictador murió en su cama pensando que todo estaba "atado y bien atado". De una Monarquía de nueva planta, en la que el nuevo e inexperto Rey había sido colocado en el trono por el dictador. De una clase política que se hizo el harakiri para dar paso a una tibia reforma política, que fue el arma para el cambio radical. Fue entonces cuando el joven Rey puso al frente del Gobierno a un inexperto político, Adolfo Suárez, en el que no creía nadie y al que acabaron haciendo la cama sus propios compañeros de partido. Ese presidente, y no sólo él, tomó una de las decisiones más arriesgadas del cambio: la legalización, un Sábado santo, del Partido Comunista. Sin el Rey y sin Adolfo Suárez no hubiera sido posible la transición. Pero no sólo la hicieron ellos. Otros personajes fundamentales están siendo injustamente olvidados o insuficientemente recordados.
Santiago Carrillo se la jugó volviendo a España y vio como el PCE y Comisiones Obreras, la única oposición real al régimen durante décadas, fueron barridos por el Partido Socialista, que tan poco había hecho contra Franco. También Torcuato Fernández Miranda, el ideólogo de la transición, el hombre que estuvo en la sombra y que, posiblemente, murió dolido por no haber jugado el papel posterior que él esperaba. Y Enrique Fuentes Quintana, que sólo ha recuperado protagonismo porque ha muerto en vísperas del aniversario. Sus Pactos de La Moncloa, los primeros de todas las fuerzas sociales y políticas en décadas, permitieron dedicar al cambio político todas las fuerzas. Y el vicepresidente Suárez Mellado. Y Tarradellas. Y Fraga, que recondujo a la derecha hacia la democracia parlamentaria. Y Fernando Abril Martorell, Felipe González y Alfonso Guerra, personajes fundamentales en los momentos inmediatos. Y hubo muchos actores secundarios, Juan José Rosón, Martín Villa, Leopoldo Calvo Sotelo, Lavilla... La 'memoria histórica' es tan frágil que hoy millones de españoles no sabrían decir quiénes eran, qué hicieron...
Estos días, sin duda influidos por su penosa situación y por el escaso reconocimiento recibido en su momento, parece que sólo fue Adolfo Suárez el artífice de la transición. Si volvemos a la memoria, Adolfo fue uno de los personajes más denostados por propios y ajenos, aunque el tiempo ha puesto las cosas en su sitio. Aquél fue tiempo de consenso y de esperanzas, de ideas y de trabajo. Por eso, ahora, cuando se han conmemorado estos treinta años, y estamos tan carentes de eso, la ausencia en los actos de dos ex presidentes es lamentable. Aznar porque fue avisado una semana antes y no pudo variar sus compromisos. Felipe González, sencillamente porque sí. Los ex presidentes deberían medir más estos gestos porque andamos muy necesitados de liturgia. De liturgia y de consenso.
Francisco Muro de Iscar