Actualizado 14/06/2008 02:00

Isaías Lafuente.- Elogio del epiceno

MADRID 14 Jun. (OTR/PRESS) -

Si lo que deseaba la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, era deslumbrar en su primera comparecencia parlamentaria con un potente fogonazo, lo ha conseguido con sus miembras, un femenino que aún no tiene acogida ni en el ortopédico diccionario ni en el habla corriente, ni siquiera entre las feministas. Siempre he defendido la feminización de un lenguaje masculinizado a base de crecer en un mundo con mirada masculina. El empeño por variar esta distorsión histórica no es una ocurrencia pintoresca que se deba despachar con chascarrillos, es sencillamente un acto de justicia. Cabe preguntarse si la ministra Aído ha contribuido a esta noble labor con un gesto que, a tenor de sus explicaciones, no acabamos de saber si se trata de un lapsus o de una propuesta firme.

En un país en que el matiz es una especie en peligro de extinción, sería conveniente lanzar un doble mensaje. Uno, a los puristas, a ese ejército súbito que al grito de "no me toque usted los epicenos" se ha dedicado en las últimas horas a poner a caldo a la ministra. A ellos habrá que recordar que miembro es una palabra que ya ha evolucionado. Hace tiempo que dejó el paraíso de los epicenos, aquellos sustantivos que sólo tienen un género gramatical para referirse a los dos sexos.

Sustantivos que hacen que yo sea una persona, aunque sea hombre, y la ministra un ser humano, aunque sea mujer. Sin embargo la palabra miembro ya no pertenece exclusivamente a ese reino epiceno; ahora se reconoce también como un "sustantivo común en cuanto al género". Es decir, se puede decir el o la miembro, aunque nunca, de momento, la miembra. La cuestión es que ese territorio actúa en la lengua como una especie de purgatorio desde el que algunas palabras viajan definitivamente al masculino o al femenino. Pasó con juez/ jueza, con concejal/concejala, que tanto nos costó asimilar y sin embargo ahora usamos con naturalidad. Incluso con sustantivos femeninos que se masculinizaron, como modisto, que entró por la puerta grande en el diccionario sin que hubiese grandes convulsiones sociales o académicas ni se pusiese a parir a los profesionales de la tela que se encontraban incómodos en el patrón femenino.

Además, cabe decir a la ministra que si la purga del lenguaje sexista es uno de sus objetivos de gobierno quizás no haya escogido el mejor ejemplo. Si quiere contribuir a la feminización de nuestra Lengua podría comenzar por el ministerio de Defensa, que tiene aún pendiente renombrar su escalafón. Palabras como soldada, sargenta, tenienta o generala encuentran acomodo en el diccionario aunque con otras acepciones. No sería difícil trasladarlas a los empleos militares sin que se nos rompan las costuras del idioma. Y si quiere adecuar el nombre de algunas instituciones, el camino no será el de ampliar la denominación para incluir a todos y a todas sino el de encontrar nombres neutros que cumplan esa función. Así los "Consejo de Ministros y Ministras" y "Congreso de los Diputados y Diputadas" , que también lució con reiteración cansina en la comparecencia, podrían evolucionar de manera natural hacia sustantivos neutros como Consejo y Congreso, que evitan el sexismo y contribuyen a la eficacia de la Lengua que, como el de la igualdad, es un bien que debe ser preservado.

Isaías Lafuente.

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