MADRID 6 May. (EUROPA PRESS) -
El asesinato de Osama Bin Laden y la decisión del Tribunal Constitucional sobre las listas de la coalición Bildu son dos potentes asuntos informativos que aparentemente nada tienen que ver pero que nos enfrentan a un mismo debate, esencial en una democracia, sobre el equilibrio entre el fin y los medios. Esa proporcionalidad entre el objetivo perseguido, por noble que sea, y los instrumentos empleados para conseguirlo es lo que dota de legitimidad a las acciones.
En el caso de la operación militar contra Bin Laden es difícil no compartir el objetivo, retirar de la circulación al terrorista más buscado y más sanguinario de la historia, pero es una exigencia ética preguntarse sobre las sombras que envuelven la operación, agravadas por las sucesivas explicaciones contradictorias ofrecidas por el gobierno de EE.UU. Y quienes lo hacen no se convierten por ello en defensores del terrorista, sino del sistema de valores y las reglas del juego que nos hemos dado y que no se pueden adelgazar hasta dejarlas en cero. Sobre la operación seguramente nunca sabremos todas las verdades, pero algunas de las ya conocidas no pueden despacharse en nombre del fin que justifica los medios. Obtener información sustancial bajo tortura, penetrar en un país soberano sin contar con él y resolver la operación con la muerte de los perseguidos cuando la desproporción de fuerzas parece más que evidente, son medidas que suscitarían el escándalo si se hubieran adoptado por un mandatario europeo en el marco de la lucha antiterrorista. ¿Se imaginan a Rubalcaba explicando una operación semejante con el objetivo de capturar al etarra más buscado? Y eso que nuestro vicepresidente no es premio Nobel de la Paz.
En la decisión del Tribunal Constitucional sobre Bildu también se encierra una dura pugna entre el fin y los medios. Que ETA no encuentre un resquicio para entrar en las instituciones es un deseo compartido en la sociedad española. Que para conseguirlo haya que prohibir todas las listas de una coalición de partidos con un historial democrático irreprochable suscita más de una duda. Los sucesivos debates del Supremo sobre Sortu y Bildu, rompiendo unanimidades producidas en anteriores ilegalizaciones, demuestra que el asunto está lleno de matices. Lo que sí sabemos es que su decisión, sea la que sea, será conforme a la ley. Y sólo cabría esperar que quienes en la operación contra Bin Laden no ven sombra de reproche no se pongan después suspicaces y se dediquen a sembrarlas si la decisión del Constitucional no responde a sus intereses.