MADRID 11 Jul. (OTR/PRESS) -
Juntos, puestos en una balanza, Javier y Lola no llegan a pesar los cinco kilos. Estas dos personitas viven sus primeras horas de vida en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, el lugar en el que nacieron y en el que fueron concebidos. Gracias a un proceso de selección genética, estos niños han nacido sin fibrosis quística, la enfermedad que portan sus padres y que transmitieron a su hermana mayor, Carla, de tres años. Ahora han decidido congelar el cordón umbilical de los mellizos por si en un futuro nuevas investigaciones permitieran curar a Carla con las células de sus hermanos. De momento no es posible, pero hace poco tiempo tampoco lo era un milagro como el que ha permitido nacer a Javier y Lola limpios de la enfermedad familiar.
La casualidad ha hecho coincidir el nacimiento de estos críos con la toma de posesión de Bernat Soria como nuevo ministro de Sanidad, un hombre que ha dedicado su vida a investigar las posibilidades terapéuticas que ofrecen las células madre embrionarias y cuyo último trabajo antes de tomar la cartera ministerial fue dirigir el Centro Andaluz de Medicina Regenerativa. Sus investigaciones le valieron hace años un expediente por parte del Ministerio que ahora dirige, un autoexilio que le llevó a trasladar sus investigaciones a Singapur, y las críticas de los sectores más conservadores, que lo han presentado como una especie de Mengele redivivo.
Sus primeras palabras como ministro fueron para defender las políticas de investigación y desarrollo porque "la innovación es lo que nos defiende de lo desconocido". Una tesis aplicable a cualquier área del conocimiento humano, pero que es vital si hablamos de medicina. La erradicación de la enfermedad, la mejora de la calidad de vida y la ayuda a morir con dignidad cuando el conocimiento no da para más han de ser los pilares de cualquier política sanitaria. Sobre los dos primeros, el nuevo ministro tiene sobrados avales. Quizás Bernat Soria sea también el hombre indicado para abordar definitivamente la espinosa cuestión de la eutanasia, sobre la que también tiene un criterio abierto.
En fin, para Javier y Lola se abre la apasionante aventura de la vida. Los ministros que ahora han jurado sus cargos, sus compañeros de gabinete, y los que vengan en un futuro trabajarán por que vivan en un país cada vez mejor. De momento, el que ya conocen les ha permitido esquivar una enfermedad inexorable. No es mal comienzo.
Isaías Lafuente