Actualizado 14/06/2007 02:00

Isaías Lafuente.- La parida paritaria

MADRID 14 Jun. (OTR/PRESS) -

El alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, acaba de proclamar que eso de la paridad le parece una parida. No es el primero ni será el último, pero estas cosas conviene no dejarlas pasar por mucho que se repitan. Lo primero que llama la atención de sus declaraciones es el uso de un lenguaje profundamente sexista por parte de un cargo público. Parida viene de parir, y la desviación semántica que ha permitido instalar en nuestro lenguaje un significado que remite a necedad, sandez, cosa nimia y simple, en vez de definir situaciones de esfuerzo y dolor, que sería lo propio, sólo se puede explicar desde el profundo machismo de una sociedad que durante siglos se ha servido del femenino con excesiva frecuencia para nombrar lo denigrante, la misma que dotó de sentido contrapuesto a términos como coñazo o cojonudo, o que interpreta de diferente manera el adjetivo "público" según se aplique a hombre o mujer: él será un personaje relevante; ella, una prostituta. Este país se desternillaba hace pocos años con chistes sobre mujeres violadas o maltratadas, pero ese tiempo, por fortuna, ha pasado.

Pero eso, con ser grave, podría considerarse una anécdota frente al profundo desprecio sobre lo esencial. La paridad ya no es sólo una reclamación de los movimientos de mujeres. La paridad es ahora ley, norma aprobada por el Congreso de los Diputados y que, por tanto, nos concierne y nos obliga a todos. Y no es de recibo que un responsable político la despache con una gracieta.

Una democracia como la nuestra, que dentro de un par de días celebrará la treintena, se basa en un sistema de representación que cuida con mimo los equilibrios para que las instituciones reflejen con la máxima fidelidad la sociedad a la que representan. Por eso se intenta que todas las sensibilidades políticas que obtengan un mínimo refrendo popular tengan el hueco que les corresponde, huyendo de un bipartidismo excluyente; por eso se mantiene la circunscripción provincial para que la voz popular sea la de la suma de las voces de todos los territorios. La cuota, tan denigrada por algunos, se aplica constantemente en las instituciones. Y también en los partidos políticos para dar encaje a corrientes y sensibilidades ideológicas, para dar voz a las organizaciones territoriales, para garantizar relevos generacionales, para dar poder a los barones - o baronesas - en proporción a los votos cosechados.

La paridad pretende corregir el último desequilibrio de nuestra joven democracia: aquel que aún sigue repartiendo el poder de manera desigual en función del sexo. La Ley de Igualdad ha permitido incorporar a 7000 concejalas más en nuestros ayuntamientos, un hecho que nuestros niños y niñas estudiarán en los libros de historia cuando, ni en Valladolid, recuerden cómo se llamaba este alcalde que considera que la justicia democrática es una parida.

Isaías Lafuente.

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