MADRID 10 May. (OTR/PRESS) -
Se cumplen tres años de aquel dramático Consejo en el que la Unión Europea forzó a Zapatero a dar un giro radical en su política económica si quería evitar el rescate del país. La presión fue consecuencia de la equivocada gestión que su gobierno había hecho de la crisis. Pero lo más grave es que la consecuencia de aquella decisión impuesta es, a su vez, la causa del agravamiento de la situación que pretendía combatir, que ha seguido deteriorándose irremediablemente en estos 36 meses.
Cuando Zapatero cayó del caballo la prima de riesgo española estaba en 178 puntos y la tasa de paro era del 20%, datos que se presentaban como el borde del abismo. Hoy, tres años después, la prima de riesgo ronda los 300 y la tasa de paro, el 27%. Las mismas razones que adujo Zapatero para justificar el volantazo político mediada la legislatura fueron las mismas que Rajoy esgrimió para tirar a la papelera su programa electoral en la primera semana de gobierno: el riesgo de intervención. Lo paradójico es que ni siquiera eso evitaron. Desde hace tres años, España es un país políticamente intervenido, sometido a las líneas que marca el directorio europeo, y económicamente intervenido, tras recibir una inyección de 40.000 millones para evitar el colapso de una parte del sistema financiero.
Aunque lo más grave ha sido la quita impuesta no al país sino a los ciudadanos, que han visto cómo la congelación o la mengua de los salarios y las subidas del IRPF, del IVA, de las facturas de los servicios básicos, de las tasas universitarias, municipales o judiciales, del repago farmacéutico... han sido causa de un empobrecimiento evidente. Con el perfil más duro del drama encarnado en quienes en estos años han perdido su casa o su empleo, quedando en la intemperie en estos críticos momentos.
En estos tres años hemos aprendido, eso sí, que ni Zapatero fue la causa de todos los males ni Rajoy ha sido, para nada, el milagro que nos iba a traer todos los bienes. Pero esta conclusión, lejos de aliviar las perspectivas, las agrava. Porque si la crisis económica que vivimos será de las que recordemos durante décadas, la impotencia política para enfrentarla es para no olvidar.