MADRID 28 May. (OTR/PRESS) -
De antemano es sabida la reacción de los grandes partidos: nadie se reconocerá derrotado o convencido en estas elecciones ni en ninguna otras. Luego, pasando el tiempo, comprobarán que han perdido o ganado posiciones, y que se hace preciso recuperar o darse por vencido siquiera en algunos terrenos o territorios. Estas elecciones del 27-M también han sido cruciales, nadie lo duda. Cada cual ha tratado de demostrar y de dar por buenas y recomendables, más que la del adversario, sus políticas nacionales. El líder socialista estaba claramente necesitado de comprobar el efecto general de su política en Euskadi, y Rajoy todo lo contrario, demostrar que su mero propósito de proceder a la derrota de ETA puede llevarle a la Moncloa, para lo cual se hacía preciso que rompiera la tendencia tras cuatro años de reveses. Rajoy también es consciente de su juego arriesgado: Nunca una oposición había jugado tan dura y osadamente contra el "hay que intentarlo" con que el Rey estimuló a Zapatero.
Pero, al mismo tiempo, en estas urnas de mayo se ha procedido a elegir la auténtica estructura de poder territorial del país, la estructura que maneja más dinero y recursos que el gobierno central. 13 Comunidades, ocho mil cien municipios, determinan, al margen o alineados a los dos grandes líderes por dónde quieren ir para resolver sus propios problemas, de toda naturaleza: de financiación, por ejemplo, y en primer lugar, pero no únicamente. Las elecciones debieran servir, asimismo, para medir los efectos de la corrupción, del urbanismo salvaje, de esa ya mencionada la encrucijada vasca o del liderazgo político que se han discutido hasta la vergüenza ajena -los insultos, el desprecio al adversario- los dos principales dirigentes. Zapatero ha terminado por no tener en cuenta la actitud prepotente de su adversario el administrador de la propiedad, propietario de todos los trucos, fórmulas, procedimientos y decidido siempre a tener la recomendación a punto para un discípulo que no quiere aprender, que se niega a seguir sus pasos, y que pretende llevar una vía distinta, radicalmente distinta a su suya. Por todo ello, Rajoy en estas urnas estaba necesitado de demostrar que, superada la fama de poco trabajar que se echó en el comienzo de su liderazgo, y cuando era ministro, después de cuatro años de retrocesos electorales, el PP ha logrado, finalmente, invertir la tendencia puede seguir fiándose de él, siquiera hasta las elecciones del año que viene, que son de verdad las cruciales, las determinantes.
Cada cual ha tenido sus bazas favorables y contrarias, ante estas urnas de mayo: Las peores señales para el PSOE habrían sido una abstención alta en Cataluña y Andalucía y una ya cantada catástrofe en Madrid. Pero no menos severa era la prueba a la que se enfrentaba Rajoy, que se ha Jugado el tipo de pueblo en pueblo por decir algo ocurrente y para demostrar que sigue siendo el más listo de la clase
José Cavero