Actualizado 05/12/2009 13:00

José Cavero.- Problema sobre problema.

MADRID 5 Dic. (OTR/PRESS) -

Ciertamente, el Gobierno no tiene tiempo para aburrirse. Sin haber resuelto un problema, ya le llega el siguiente. No hay que pasar por alto la habilidad que demuestra la principal fuerza de la oposición para convertir en gran problema lo que, en teoría al menos, no es más que la aplicación de una doctrina o una sentencia que nos llega desde los ámbitos e instituciones supranacionales, como UE, Tribunal de Estrasburgo o Alianza Atlántica.

Sucede ahora mismo, cuando Zapatero se dispone a asumir la última presidencia del semestre comunitario, que en las ruedas de prensa con personalidades de la Unión no se hace otra cosa que despejar toda clase de variados balones: la saharaui en huelga de hambre, los tres cooperantes secuestrados en Mauritania-Mali, los crucifijos de los centros escolares públicos o privados, cómo controlar en Internet los derechos de los autores-creadores, qué hacer con el sistema Sitel de escuchas de llamadas telefónicas, y sobre todo, y por encima de estas cuestiones "del momento", pero nunca menores, cuándo empezarán a llegar mejores vientos para las grandes cifras de la economía: el paro que no decrece, el PIB que aún ha continuado su retraimiento, la destrucción de pequeñas empresas, el desánimo de los autónomos, el stock de viviendas que apenas mengua, la negociación del futuro aborto, qué reforma cabe hacer de la Ley de Cajas, cómo fusionar las más debilitadas...

Y no hay duda de que la relación de problemas "del momento" podría ampliarse: cómo conciliar austeridad y mayor gasto público y mayor inversión, cómo satisfacer la angustia del mundo agrario, cómo aplacar a los autónomos, cómo aplicar una subida de impuestos, cómo cerrar de una vez los presupuestos, cuál será, definitivamente, la "gran sentencia" que los magistrados del Constitucional elaborarán sobre el Estatut, y cuándo lo harán...

Es evidente que gobernar bien exige tocar toda clase de palillos, y que deberá hacerse "en el tiempo oportuno", antes de que una protesta de "bloqueros" no se convierta en "una revuelta en la Red", antes de que llegue a bautizarse la "guerra de crucifijos" y se estable otra batalla con Rouco y su Iglesia, o antes de que las relaciones tan difícilmente mejoradas con Rabat no se quiebren por causa de una saharaui en huelga de hambre... Para que todo eso acontezca, se requiere un Gabinete perspicaz y eficaz, que adivine el problema que está a punto de llegar a golpearle, o que pueda ser utilizado por los opositores como arma arrojadiza y dardo envenenado. ¿Están todos los ministros en condiciones de "controlar" su cartera y competencias?

Ya está comprobado que el PP, por virtud del eficaz "y boca de oro" González Pons, puede hacer de Sitel "una ofensa personal por insultos a un diputado bastante anónimo", o por obra de la resistencia a la SGAE puede transformar una tensión en "una revuelta contra el Gobierno de la Nación", o de la otra voz tonante del PP, Dolores Cospedal, que una comparecencia exprés hace del Gobierno un ente sacrílego que borrará del calendario hasta las cabalgatas de reyes o la excursión-romería del Rocío... Rajoy tiene en Pons, Cospedal y Soraya a tres peligrosos cancerberos, sin intención de ofender. Logran el milagro de que se empiece a olvidar el caso Gürtel, los trajes y las mentiras de Camps, el escándalo de Palma Arena, y hasta el asesinato de un alcalde por otro alcalde, en Polop, ambos del PP. Y comprueban con satisfacción que quien da primero da dos veces, y que nada hay tan conveniente como llevar la iniciativa y atacar antes que lo haga nadie más. La actualidad de cada hora proporciona ocasión para saltar a la yugular del contrario, está comprobado...

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