MADRID 28 Oct. (OTR/PRESS) -
Se encuentra este gobierno 'ante la prueba del nueve del AVE'. Y ahora mismo, AVE no es el de Madrid a Sevilla, que funciona modélicamente, ni el que muy próximamente se debe prolongar a Málaga, ni el que se debe estrenar a Valladolid, ni el que ya empieza a anotar retrasos espectaculares a Valencia. No hay otro AVE que el que, desde Tarragona, hasta donde ya funciona desde hace un par de años, debe conducir a Barcelona, y que para ello debe terminar de superar los interminables escollos que viene comprobando en sus kilómetros finales. No hay día sin socavón nuevo, sin complicaciones sobrevenidas, sin adversidades siempre distintas y renovadas. Este es el AVE de nunca acabar, como ya comprobaron los gobiernos del PP, y como viene comprobando el gobierno de Zapatero, comprometido a inaugurar tan abstrusa vía antes de las elecciones de marzo. ¿Dónde están las dificultades insalvables? Una y otra vez se repasan las complicaciones que surgen a diario: los socavones, los hundimientos, los corrimientos de tierras, la complicación que surge al tener que coincidir en un punto con los Ferrocarriles de Cercanías y con los Ferrocarriles de la Generalitat, y con un suelo resbaladizo y nada sólido. De todo eso saben mucho los técnicos, los operarios y las empresas que se vienen esforzando en superar las dificultades y cumplir los plazos. Y es donde, precisamente, ha tenido un tropiezo tras otro la empresa constructora de Villar Mir, OHL, forzada a pedir varias prórrogas a sus contratos, y finalmente, situada en el ojo del huracán de quien viola plazos, condiciones, calidades y garantías. Se le ha hundido el piso, se le han derribado muros, ha visto destrozado un andén, ha comprobado que al paso de las obras se descubren grietas en los edificios colindantes... Y eso, cuando aún falta por acometer las obras por debajo de la ciudad de Barcelona, a la altura de la Sagrada Familia... Así las cosas, y ante tal cúmulo de complicaciones y situaciones adversas, se procede a investigar si conviene cambiar de constructora y si más bien hay que detener las obras y repensarlas de nuevo, antes de que una calamidad y una desgracia no termine de poner el luto en tan siniestra ejecución.
Parece ya haberse renunciado a la fecha del 21 de diciembre como fecha inaugural. El ayuntamiento de Barcelona reclama que se retrase la inauguración hasta que esté garantizada la seguridad. Y muchas voces siguen reclamando la dimisión de la ministra Magdalena Álvarez, como si fuera la gran y exclusiva culpable o la gran gafe de todos los males, y como si multitud de otros responsables intermedios nada tuvieran que ver con tan permanentes inconvenientes. Esta vez, el nuevo socavón, que hace el número seis en seis semanas, y el temor a una tragedia, han dado la señal de stop a las obras y han forzado a un replanteamiento del proyecto que aún resta por ejecutar. Pero se trata de evitar que las razones y los plazos de los políticos vuelvan a enturbiar la tarea pendiente.
José Cavero