MADRID 21 Oct. (OTR/PRESS) -
Comienza hoy el debate presupuestario, aunque llevamos ya muchas semanas debatiendo esas grandes cifras y prioridades por las que debe regirse la marcha económica en el muy crítico año 2010. El gran debate recaerá esta vez en la vicepresidenta Elena Salgado y el primer dirigente de la oposición, Mariano Rajoy, primer debate para ella, y sexto ya para él en la defensa y ataque a unos presupuestos generales. Salgado subirá al estrado para sustituir a Solbes, pero también para demostrar que se sabe la asignatura y que no le asustan los técnicos o teóricos de los equipos contrarios, de las seis opciones políticas que han presentado enmiendas a la totalidad a esos grandes números.
Elena Salgado tiene la ventaja de saber que cuenta con votos suficientes para derrotar esas enmiendas y, en cambio, sabe Rajoy que tendrá un nutrido apoyo de los muchos parlamentarios opuestos a esas grandes cuentas del Estado que suscitan muchas más desconfianzas que otra cosa, en este momento decisivo de salida de la crisis. Al final del debate, los periodistas volveremos a preguntar: ¿quién le ha convencido más de una y otro? Y no faltará quien responda que "Angela Merkel, que prefiere reducir impuestos en vez de subirlos"...
Porque esa es la opción que todos preferiríamos: reducción de impuestos y no elevación. Pero nuestro déficit público no aguantaría esa broma, ni se cree que la economía reaccionara como entiende que lo hará la alemana: haciendo de tripas corazón y creando riqueza, para así afrontar los mayores gastos a los que se ha comprometido el Estado por causa de la crisis. Pero estamos viendo los distintos procedimientos para afrontar esta nueva situación: Alemania se propone bajar impuestos y discuten sus dos fuerzas coaligadas, socialcristianos y liberales, sobre la cuantía de esa reducción.
Frente a Angela Merkel, que propone quince o veinte mil millones de euros, Westerweller, mucho más radical, llega a plantearse nada menos que 35.000. Pero hay fórmulas alternativas, como el aumento de impuestos español, o como la venta de empresas públicas que propone el líder laborista británico. Todos están de acuerdo en la necesidad de hacer el ajuste imprescindible al que forzarán la Comisión Europea y el redesignado comisario Almunia, de hacer el milagro de que los déficits de los Estados vuelvan, en dos o en tres años, al punto en que estaban antes de que estallara la crisis: en el tres por ciento, o por debajo de este porcentajes, del Producto Interior Bruto correspondiente. Cada Estado se plantea cómo satisfacer esa necesidad: ¿aumentando o reduciendo impuestos, percibiendo otra clase de ingresos para las arcas públicas por la venta de bienes y empresas públicas?
Los manuales de economía tampoco proporcionan grandes novedades en esa materia de cómo ingresar más en tiempos de crisis. Salvo el procedimiento de una mayor exigencia en el cumplimiento de los deberes fiscales, y una mayor exigencia para que los agentes tributarios sean más eficaces y logren descubrir más bolsas de fraude...