MADRID 29 Jun. (OTR/PRESS) -
El futuro de la monarquía en España está por escribirse, como cualquier otra cosa de la vida, pero eso no quiere decir que no pueda prepararse. La transición política posterior a la muerte del dictador Francisco Franco desató más de una oportunidad para que el rey Juan Carlos afirmase su compromiso con la democracia, de tal modo que muchos republicanos se resignaron a ser juancarlistas. Bajo su reinado, la monarquía ha estado a salvo, únicamente condicionada por pequeños sobresaltos de naturaleza más personal que política. ¿Qué pasará el día que llegue su relevo? Felipe de Borbón, el heredero, reúne en principio cualidades suficientes para reinar en España, si bien no todas ellas son suficientemente conocidas en un país donde --no nos olvidemos-- sigue habiendo republicanos y juancarlistas; no solo monárquicos entregados a la causa.
Antonio Campos Romay, presidente de honor de la Fundación Instituto de Estudios Políticos y Sociales, suele decir al respecto que el modelo de Estado se coló de forma torticera en la Constitución del 78, atendiendo a que el momento histórico y el escenario político impelía a elegir entre dictadura y democracia, y no entre monarquía y república, sin que eso quiera decir que dicho debate esté cerrado. De hecho, este autor republicano abandera la República como "emblema para el siglo XXI", abogando de paso por una futura reforma de la Constitución que garantice "algo tan natural" en el siglo XXI como que la jefatura del Estado sea ocupada "por una señora o un señor elegido por la ciudadanía, que al término de su mandato deje paso a otro electo".
Frente a esa corriente de fondo que marcan las palabras de Antonio Campos, paralela sin duda a otra corriente monárquica no menos apasionada, da la impresión de que también aflora el pragmatismo de quienes arropan la carrera de Felipe de Borbón, estos días protagonista de un episodio que quizá no ha copado los grandes titulares pero que tiene su importancia y trascendencia. El heredero retomó su condición de Príncipe de Girona para constituir la fundación que lleva su nombre y, alternando el catalán con el castellano, destacó que el proyecto resume dos características de la España democrática que se empezó a construir hace 30 años: la España de la integración sin exclusiones y, en consecuencia, la España de la diversidad.
Toda una declaración de principios que no le pasó inadvertida a quienes, desde la izquierda catalana, creen que esa fundación debe ser un instrumento para que los lazos entre la Corona y Cataluña "se estrechen", en palabras de El Periódico. En realidad, Felipe de Borbón une a otros títulos el de Príncipe de Girona, pero hasta la constitución de esta fundación no había una expresión concreta de la relación que le vincula a Cataluña, lo cual no es precisamente un asunto baladí. Se nota que alrededor del príncipe hay gente que piensa en el futuro y que lo hace con altura de miras.
JOSÉ LUIS GÓMEZ