MADRID 21 Ene. (OTR/PRESS) -
Las turbulencias financieras derivadas de la crisis hipotecaria norteamericana, la ralentización del crecimiento económico en algunas de las grandes economías europeas y el miedo a una desaceleración más intensa de la actividad en la Eurozona han creado un clima de presión para que el Banco Central Europeo reduzca los tipos de interés. Es la vieja terapia de siempre. Cuando el enfermo se pone peor, una buena inyección de dinero barato arregla las cosas. Esta es la terapia fácil pero es la equivocada. En estas circunstancias, una política monetaria expansiva en la zona del euro sólo serviría para crear más inflación sin estimular el crecimiento. Es curioso que esta proposición elemental, avalada por una inmensa literatura y una abrumadora evidencia, se olvide cuando surgen dificultades y/o los gobiernos quieren buscar un chivo expiatorio a sus propios fallos.
El BCE tiene asignada una única, léase en sentido estricto y literal, misión: mantener una tasa de inflación por debajo del 2 por 100. En estos momentos esa variable se sitúa en el 3,1 por 100 y no existen expectativas de que disminuya en los próximos meses. Al mismo tiempo, la evolución de la M3, el agregado monetario que anticipa el comportamiento futuro del nivel general de precios crece muy por encima del 4,5 por 100 que el BCE considera compatible con la estabilidad de precios. Ante este panorama, un recorte de los tipos de interés alimentaría las tensiones inflacionistas y sólo serviría para agudizar los problemas. Es impensable o suicida que el BCE pierda el control de la inflación para contentar a los políticos que le piden "más madera", esto es, gasolina monetaria.
Aquí lo que pasa es que Sarkozy y, en menor medida, Merkel no han hecho los deberes. El Presidente francés tiene más de imagen que de realidad. Sus reformas son insuficientes para reactivar la economía gala. En el caso de la canciller alemana, la pobre está atrapada en una Gran Coalición dentro de la cual los socialdemócratas quieren echar atrás las modestas reformas realizadas por Schröder y los democristianos o bien les apoyan en esa dirección o bien no quieren hacer nada. En este escenario, echar la culpa de los males internos a los banqueros centrales es una tentación irresistible.
Lorenzo Bernaldo de Quirós.