MADRID 30 Ene. (OTR/PRESS) -
Los pactos de la Moncloa no aliviaron a corto plazo el desempleo, ni lograron, enseguida, aumentar el poder adquisitivo de los trabajadores, pero hicieron lo suficiente para bajar una inflación, que llegó al 44 por ciento, hasta un 16 por ciento y pusieron las bases para nuestra entrada en la Unión Europea y la modernización de España. Hoy no hay un cadáver de ETA cada semana sobre la mesa del Consejo de Ministros, ni hay que hacer frente a la elaboración de una Constitución de consenso, pero la situación sí es lo suficientemente grave como para pensar en algún tipo de acuerdo político, económico y social para hacer frente a una catástrofe debidamente anunciada.
Claro que los Pactos de la Moncloa no fueron sólo económicos, sino también políticos, debido, bien es cierto, a una situación extraordinaria. Ello no impidió el debate y el enfrentamiento parlamentario, pero dejando aparte ciertos sectores muy sensibles que podrían haber provocado la ruptura de los pactos.
Muchos ciudadanos piensan que, hoy, se dan las condiciones necesarias para un pacto semejante, y que es probable que no se produzca por el egoísmo y los intereses partidistas. Pero si se llegara a ello habría que recordar que el pacto conllevaría algún consenso en otras materias, que no sólo aliviarían la tensión, sino que ahorrarían energías para concentrarlas en los objetivos más urgentes. Por ejemplo: observar algunos 'guirigays' actuales, como el asunto de la Educación para la ciudadanía, cuando es posible que el padre del alumno tenga que sacarlo del colegio, porque se ha quedado en el paro, resulta desolador, por no referirnos a otras tormentas en vasos de agua que se nos quieren presentar como oceánicas. Haría falta que la clase política se convenciera de que lo importante no son los intereses de los militantes de "su" partido, sino los intereses de todos los españoles.
Luis del Val