Actualizado 07/04/2009 14:00

Luis del Val.- El destino de un ministro

MADRID 7 Abr. (OTR/PRESS) -

El destino de un ministro suele ser llegar a ex-ministro. Desde que arribó la Democracia los presidentes de gobierno no fueron nunca antes ministros excepto Suárez, que lo había sido con Arias Navarro, tras la muerte de Franco, y Leopoldo Calvo Sotelo, que llegó a presidente de Gobierno, después de la dimisión del anterior, y en unas circunstancias bastante insólitas.

Felipe González alcanzó la presidencia, tras unas elecciones generales, y lo mismo ocurrió con Aznar y Rodríguez Zapatero, sin que ninguno de los tres tuviera experiencia alguna de haberse sentado en un consejo de ministros. Es decir que, en circunstancias convencionales, ser nombrado ministro parece que incapacita ya para presidir el consejo de ministros, siendo el futuro que aguarda alministro un título que habla del pasado: ex ministro.

Los hay que se recolocan en las autonomías, o en el aparato del partido, pero la situación de provenir queda enviscada por la brillantez del pretérito. Si Felipe González recordó la vieja e irónica definición de que un ex presidente del gobierno es un jarrón chino, que tiene mucho valor, pero que nadie sabe dónde colocar, porque, al final, molesta, un ex ministro no es que sea un jarrón del "todo a cien", pero es una sopera de porcelana, que nunca contendrá una sopa, porque es demasiado epatante para usarla en la mesa, y quetampoco es para ponerla de adorno en un estante, sin formar parte del resto de la vajilla.

Espero que los nuevos ministros lo hagan bien por puro egoísmo, y que el resto descanse en paz, en el término más pacífico y menos funerario. Y que los nuevos, por su bien y el nuestro, recuerden que su futuro es llegar al estatus de los que han sustituido.

Luis del Val

Contenido patrocinado

Foto del autor

Francisco Muro de Iscar

Váyase ya, señor Sánchez

Foto del autor

Fernando Jáuregui

Con la Iglesia has topado, amigo Sánchez

Foto del autor

Victoria Lafora

¡Qué vergüenza!

Foto del autor

Carmen Tomás

Ellos se forraban y tú pagabas