Luis del Val.- Devoradora Sociedad.

MADRID 9 Oct. (OTR/PRESS) -

Hubo un tiempo en que resultaba bastante difícil encender el televisor o mirar un periódico, sin encontrarnos con el rostro de Otegui. Su omnisciente presencia en los medios de comunicación, realimentaba la necesidad de más madera, o sea, más Otegi, e incluso pudimos observar un progresivo abotargamiento de las mejillas, como si los micrófonos y las cámaras tuvieran el desconocido efecto de engordar.

Cuando Otegi fue encarcelado, algunos augures pronosticaron un tremendo estallido de violencia, pero lo que sucedió fue más bien poca cosa, esporádica y de escaso fuelle, porque enseguida se diluyó. Vivimos en una sociedad que fabrica y devora popularidades a velocidad de tren de alta ídem. Un ser anónimo se ve catapultado al primer plano, y allí permanece entre satisfecho y perplejo, unas semanas, unos meses, hasta que, con la misma irresistible fuerza con la que fue ascendido, es absorbido y devuelto al anonimato del que emergió. ¿Dónde está el famoso Koala, el de "opá voy a hasé un corrá"? ¿Dónde está Otegi? Otegi está en la cárcel, nos acabamos de acordar, porque diecisiete miembros, diecisiete, de las más altas jerarquías de Batasuna, han ingresado en prisión. Otegi ha resucitado, porque hemos caído en la cuenta de que no se había marchado a Cabo Verde, ni a Méjico, ni a ningún otro sitio, y está en la cárcel, ahora un poco más acompañado.

Esta facilidad de nuestra sociedad para producir glorias y olvidos tiene aspectos positivos y, otros, que no lo son tanto, como si el principio del consumo ("usar y tirar") se aplicara a otros ámbitos. Necesitamos novedades en la cocina, en el deporte, en la música, en la política y en casi todo. Y todo nos cansa. Esa pobre niña desaparecida, estrella universal de todas las portadas, ya es una molesta reminiscencia que se empeña en hacerse un hueco ocupado ya por las últimas novedades. "Sic transit gloria mundi", sobre todo en esta época.

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