Actualizado 05/05/2009 14:00

Luis del Val.- Huelga general involuntaria.

MADRID 5 May. (OTR/PRESS) -

Los sindicatos viven de puertas adentro en un estado de perplejidad, que no es único, porque les acompaña la turbación de los empresarios, el desconcierto del gobierno y las confusas recetas de la oposición.

Desde Bruselas ya nos dicen que superaremos el 20% del paro, en el año 2010, quizás porque cometen el error de no escuchar a Zapatero, ese optimista inasequible al desaliento que, tras cada profecía derrotada, se crece en la adversidad y nos anuncia la luz que se ve al otro lado del túnel, y hay una luz, claro, pero es la de un tren que viene a toda velocidad en sentido contrario.

En el Partido Popular, desde Cristóbal Montoro hasta Aznar -el mesías autojubilado- hablan de fórmulas mágicas, pócimas milagrosas y bálsamos sobrenaturales que harán maravillas en nuestra economía, pero que no cuentan a nadie, quizás por miedo a que les roben las patentes. Y, en esas, los sindicatos -¡loada sea la tradición- amenazan el primero de mayo con la huelga general, que es algo así como si en Auschwitz un grupo de judíos, con un par, les hubieran amenazado a los nazis con llevar a cabo una huelga de hambre de esas que harían temblar el misterio de los crematorios.

Tengo amigos en los sindicatos, en el PSOE y en el PP, pero todavía no me he recuperado de la impresión de estos últimos días, del pasmo y del asombro en el que me encuentro entre la incapacidad de unos, la turbación de los otros, la insensibilidad de casi todos.

Ya tenemos una huelga general involuntaria de 4 millones de personas, y ya hemos llegado a la marca de tener a un millón de familias en las que no trabaja nadie. Y, encima, ni siquiera podemos ponernos a rezar, porque somos un estado laico.

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