Actualizado 03/11/2009 13:00

Luis Del Val.- El paciente galaico.

MADRID 3 Nov. (OTR/PRESS) -

Gobernar un partido político no es nada fácil, porque aunque ostentes el cargo de presidente del Consejo de Administración de la empresa, la mayoría accionarial se obtiene por delegación, no por propiedad. Basta el olfateo de un horizonte algo más turbio -atención, ciudadano Zapatero- para que las adhesiones se quiebren, las lealtades se rompan, y haya un movimiento generalizado en el que cada accionista se coloca en la mejor posición posible para, llegado el momento, acudir en socorro del vencedor.

Mariano Rajoy lo sabe. Conoce el feudo gallego, donde todo cacicato tiene asiento, y el más pardillo no ignora que, antes de la lluvia, el heraldo predecesor suele ser un cambio de viento. Pero la paciencia de Rajoy no proviene de su entorno galaico, sino de su experiencia como opositor. Opositor e impaciente son dos contradicciones irreconciliables, porque la oposición es aguante y sacrificio, y las oposiciones a registro y notariado, como las de judicatura o abogacía del Estado no están al alcance ni de los impetuosos, ni de los comodones.

Gobernar un partido político en la oposición lleva acarreado el agravante de que existen más culos que sillas, y si hay un culo inquieto es el de político profesional.

Ignoro lo que va a suceder esta mañana en la calle Génova, pero me imagino que, como ya sucedió ayer, funcionará el instinto de conservación de la especie* de la especie partidista, porque las travesías del desierto en soledad son aniquiladoras, y todo el mundo sabe que aunque el sillón más importante del cuarto de estar permanezca ocupado es mucho mejor estar dentro de la casa que fuera. Intuyo que habrá retórica, campanudas afirmaciones de cierre e filas y compromiso dialéctico. Las represalias ya llegarán cuando estén los platos fríos.

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