MADRID 10 Jul. (OTR/PRESS) -
Me pasé la mayor parte de mi vida con unos gobernantes que pretendían que la palabra patria y patriotismo lo podía justificar todo, desde el nombramiento de los alcaldes de la ciudad donde residía, a dedo, hasta la prohibición de la existencia de partidos políticos; desde la detención incomunicada hasta el fusilamiento. En nombre de la patria y del patriotismo se podían cometer tropelías y variados autoritarismo, porque tenían el noble fin de que todo aquello engrandecía a la patria. Ahora comienzo a notar, en mi querido segmento de la izquierda que, en cuanto una persona falta de ideas o de proyectos, o, simplemente, estúpida, pretende ganarse la confianza de sus vecinos para gobernar una alcaldía o una comunidad autónoma, se refugia en el término "progresismo" o "moderno", sin dar más explicaciones de lo que va a llevar a cabo para aumentar la felicidad de sus votantes.
Es decir, que mientras para demostrar que un tonto de derechas no es tonto, debe explicarse ante su comunidad, el tonto de izquierdas se limita a decir que es progresista, lo que le debe parecer al tonto que ya es doctor por Salamanca. ¿El rap es más progresista que Mozart? ¿La catedral de León es retrógrada y la última insania arquitectónica es moderna? ¿Prohibir matar al prójimo, con tantos años de vigencia, es tradicional y antiguo, y resulta mucho más moderno matar? ¿El derecho a la propiedad es reaccionario y el movimiento okupa es progresista?
La indecencia con que cualquier majadero con problemas de vacuidad intelectual justifica su necedad declarando que es progresista debería ser motivo de expulsión de los partidos de izquierda. Ya vale de sandios con bula y de engomados con pasaporte a la inmunidad. Me pasé un cuarto de mi vida consciente soportando a los necios del patriotismo, y sería demasiado que el relevo lo ejercieran otros ignorantes "progresistas".
Luis Del Val.
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