MADRID 3 Jul. (OTR/PRESS) -
Cada vez es más difícil la permanencia en Honduras del Gobierno golpista de Micheletti. El decisionismo de la comunidad internacional, el compromiso de la OEA de acompañar a Zelaya en su regreso y la absoluta carencia de sustento moral y democrático en el grupo usurpador son elementos que facilitan el restablecimiento del orden constitucional y de las libertades en ese país tan querido por España. La actuación de nuestro Gobierno ha seguido siendo firme e inequívoca, incluso en su determinación de retirar a nuestro embajador en Tegucigalpa, gesto que ha sido seguido por Francia, Italia y otros países. No desconozco las dificultades y los riesgos que se afrontan allí en los próximos días, pero me parece poco probable que el grupo usurpador se enfrente a la OEA, cuyo secretario general acompañará a Manuel Zelaya en su regreso, lo mismo que algunos Jefes de Estado de América Latina. Esta aventura de regreso al pasado no puede seguir adelante y los golpistas tienen que ceder o ser desalojados y después pagar por su crimen ante la justicia, incluso ante la Corte Penal Internacional.
El país hondureño es de reducidas dimensiones y poco influyente dentro de la comunidad internacional. Pero eso no puede ser obstáculo para la determinación de restablecer la democracia. Si no se hiciera así, habríamos abierto un portillo a golpes similares tanto en aquella región como en cualquier otra del mundo. Y esa es una gran responsabilidad que tiene que animar a todos a no cejar en el empeño de volver a la normalidad democrática y constitucional en Tegucigalpa. Desde dentro de España tengo que insistir en el adecuado comportamiento de todos, empezando por el Gobierno de Zapatero y por la cúpula del Partido Popular, circunstancia que debe servirnos de motivo de satisfacción, por lo que tiene de seriedad y firmeza en la defensa de la democracia constitucional y de la decisión de aquel pueblo en la elección libre de sus gobernantes. Es un ejemplo que debemos subrayar, en unos tiempos en los que tantas veces tenemos que lamentar otras defecciones y otras flojeras. Aquí queda subrayado.