MADRID 25 Abr. (OTR/PRESS) -
Casi siempre sentí una sana envidia por los modelos políticos acuñados en Francia. Al norte de los Pirineos se desarrollaban históricamente grandes cambios políticos y sociales que nos dejaban asombrados incluso cuando no estábamos muy de acuerdo con lo que allí sucedía. Durante los últimos años de la dictadura franquista la lectura de 'Le Monde' era para los demócratas antifranquistas, una especie de Biblia laica. Incluso el conocimiento de muchos sucesos políticos españoles llegaba aquí gracias a las crónicas del inolvidable José Antonio Novais. Entonces era envidia por el puro disfrute de la democracia y de la libertad de expresión, que aquí sólo conocíamos por referencias. Esa envidia siempre fue en términos comparativos. Ahora mismo, en Francia hemos contemplado una campaña electoral y unas elecciones en primera vuelta a la presidencia de la República, que han sido y son un buen espejo de la sociedad francesa y de su pluralismo en todos los órdenes. Un espejo sin las grandes distorsiones que en España soportamos.
Sólo tenemos que ver cuáles son los grandes temas del debate político en Francia y compararlos con las estupideces que dominan nuestro panorama nacional. La comparación del tratamiento que se da a ese debate a uno y otro lado de los Pirineos es para que nos echemos a llorar aquí. En lugar de afanarnos en la construcción de alternativas serias, lo nuestro es el ácido bórico, el deseo de ilegalización de todo lo que se mueve y la infructuosa búsqueda de los añicos resultantes del rompimiento de España en pedazos. Seguramente no estaremos de acuerdo con buena parte de las grandes líneas de los candidatos, sobre todo los situados en la derecha. Pero al menos se han batido con la palabra, las ideas y los proyectos, mientras que aquí seguimos sepultados en la incuria, la ignorancia y las mentiras. La segunda vuelta de las presidenciales igual lleva al Elíseo a quien haría fracasar esos anhelos de cambio y renovación, pero al menos habremos conocido unos esfuerzos inteligentes por conseguirlos desde Ségolène Royal y todo lo que está a su izquierda.
Pedro Calvo Hernando