Actualizado 13/03/2010 13:00

Pedro Calvo Hernando.- La guerra implacable de Esperanza

MADRID 13 Mar. (OTR/PRESS) -

Como algún periódico ha señalado, la famosa rebelión fiscal de la presidenta de Madrid contra la subida del IVA incurre en una flagrante contradicción, ya que al mismo tiempo exige al Gobierno central cerca de seis mil millones de euros para Madrid en concepto de lo que entiende por deuda histórica. O sea que, por un lado rebelarse contra la subida de cualquier impuesto y exigir la bajada general de tributos, y al mismo tiempo poner al Gobierno en la imposible obligación de aumentar los gastos hasta el infinito. ¿Y eso cómo se hace? Si esa es la política fiscal y presupuestaria del PP, sólo quedaría ponerse a rezar al Dios de los cielos para que nos pille confesados. La ocurrencia de Esperanza Aguirre pone a todo el PP ante su responsabilidad como partido que aspira a gobernar España, además porque ha obligado a Mariano Rajoy a apoyar la rebelión, la llame como la llame. La presidenta se erige de nuevo en la figura más activa y protagonista de ese partido y al mismo tiempo demuestra que no son ciertas sus buenas palabras en torno a sus relaciones con Rajoy.

Mariano Rajoy ha claudicado de nuevo ante Esperanza Aguirre, la cual sigue pensando seriamente en hacerse con el poder del partido para saltar luego al poder del Estado. Eso lo sabemos todos y me parece bastante hipócrita andarse con paños calientes y vanas palabras. Esto es una guerra implacable por el poder, una guerra que comienza en el seno del propio partido aspirante a la Moncloa. Aguirre hace lo que le da la gana y se pone a su partido y a su presidente por montera con ocasión y sin ella. Y su presidente no se atreve a enfrentarse con ella o a contradecirla porque teme que saldría perdiendo. Es un espectáculo en el interior mismo del partido y de cara al exterior. La madrileña va tomando buena nota y se va reafirmando en su convicción de que ella es la gran figura del PP y que eso le da derecho a hacerse con el poder. La situación es percibida claramente por los dirigentes peperos, sobre todo los barones regionales, lo que mina la autoridad el presidente, lo debilita y lo desprestigia cada vez más.

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