MADRID 27 Ene. (OTR/PRESS) -
Este país tendría remedio si optáramos todos por la sensatez y la contemplación objetiva de los problemas de gran sensibilidad. No hay que dar la impresión de alegría por la ruptura de la tregua etarra. No hay que alegrarse porque la Audiencia Nacional haya decidido dejar a De Juana Chaos en la misma situación penitenciaria que le ha llevado a la suicida huelga de hambre. No hay que aprovechar cualquier suceso, decisión o incidencia relacionados con el terrorismo para cargar contra el Gobierno y su presidente, algo políticamente deleznable y que viola flagrantemente el Pacto Antiterrorista. Había diversas alternativas en cuanto a la situación penitenciaria del sanguinario terrorista. Pero se ha optado por la que más puede complicar el futuro inmediato, por la que no aporta ni la mínima pista que favorezca una vía de solución a la violencia. El preso puede morir en cualquier momento, según el dictamen de los médicos. ¿Qué pasa si eso ocurre un día de éstos?
De Juana cumplió su condena por los asesinatos en serie que cometió. Cuando iba a salir en libertad, se buscó precipitada y desesperadamente un resquicio para evitar esa salida y se encontró en aquellos dos artículos del Gara, algo que no se habría hecho sin mediar la inminencia de su puesta en libertad por el cumplimiento de la condena. Se le condenó a doce años por esos artículos y la sentencia fue recurrida al Supremo, por lo que es un preso sin sentencia firme y cuyo recurso podría ser fallado a su favor, cuando ya se hubieran producido consecuencias irreversibles de la huelga de hambre. El Estado de Derecho no es más fuerte por estas cosas. Lo es por su exigencia de cumplimiento de las penas pero sin llegar al extremo de comprometer la vida de una persona, por mucho que esa persona se haya lanzado voluntariamente por el tobogán suicida. Evitar la muerte es una obligación del Estado. Y evitar las posibles consecuencias políticamente desastrosas es una exigencia también del sentido común. Alegrarse de la muerte de alguien, aunque sea el mayor asesino de la Historia, es un acto inhumano y miserable.
Pedro Calvo Hernando.