MADRID 7 Feb. (OTR/PRESS) -
La vida política española se halla en plena carrera de vértigo que sólo los más fuertes pueden aguantar. Lo último es la decisión de recusar al magistrado del Tribunal Constitucional Pérez Tremps, que puede traer consigo la anulación de buena parte del Estatuto catalán. La petición, como no podía ser menos, era del PP, ese partido que se ha propuesto tronchar la vida pública española y sus instituciones con tal de intentar el desplazamiento del PSOE del Gobierno y su instalación en el mismo. Ya sólo faltaba la politización extrema del Constitucional y ya ha llegado, gracias a la acción recusatoria del PP de un magistrado progresista, aprobada por el sector conservador, que quedó en mayoría en este caso concreto. Lo que no han conseguido por las vías democráticas normales quieren lograrlo mediante esa suprema politización del TC. Los progresistas tienen derecho a defenderse y la vía es que dimita Tremps y que el Gobierno nombre a otro, al estar en el cupo de los designados por el Ejecutivo.
Lo penúltimo era la entrevista de Iñaki de Juana en 'The Times'. El Tribunal Supremo tiene que decidir el día 12 si anula o confirma la sentencia condenatoria de la Audiencia por sus artículos en el Gara. Fatal y trágica la decisión, cualquiera que sea. También ahí la sombra de la politización de la justicia, que comenzó por una condena desmesurada en opinión de la mitad larga progresista de los españoles. Y lo antepenúltimo era la manifestación del sábado en Madrid, con su pesada ristra de insultos, calumnias, injurias y groserías contra el Gobierno y sobre todo contra su presidente. Al PP le importa un pito que todo eso y mucho más siga, en violación permanente de su tan amado Pacto Antiterrorista, que prohíbe expresamente la utilización de la lucha antiterrorista como arma política y electoral. Lo de menos era la espuria utilización del himno nacional, que es de todos, en un acto de odio y de partidismo. Lo peor quizá eran cosas como mandar a Zapatero con su abuelo, que fue asesinado por fusilamiento, como todo el mundo sabe.
Pedro Calvo Hernando