MADRID 23 Feb. (OTR/PRESS) -
Muamar el Gadafi está demostrando que es uno de los dictadores más sanguinarios del mundo, tras más de cuarenta años de ejercer el poder sin el más mínimo respeto a las libertades y a los derechos humanos. Bombardear a su propio pueblo es uno de los comportamientos más brutales y asesinos que pueden imaginarse. La ola de reivindicaciones populares que se extiende por el mundo musulmán recibe el rechazo de los gobernantes, pero ninguno ha salido por los resortes de Gadafi. Es una vergüenza para su país y para todos los países de su entorno, pero también para todo el mundo democrático y civilizado. De nuevo aparece la doctrina del derecho a la injerencia desde el exterior, que ya se ha debatido desde los tiempos de nuestros pensadores clásicos. Los dictadores que masacran a su pueblo y que asesinan sin piedad a los que se limitan a ejercer su derecho a la protesta merecen que la comunidad internacional intervenga para evitar sus desmanes y colocarlos en manos de la justicia internacional. Naciones Unidas tiene el deber de protagonizar la respuesta a tales asesinos. Pero también los poderes regionales supranacionales, como es la la Unión Europea, o las grandes potencias, tienen la obligación de apoyar a la ONU en ese cometido, y no andarse con blandenguerías y sutilezas, como suele hacer la UE y como hace en estos momentos.
La ministra española de Exteriores ha sido bastante explícita en la condena, pero sin llegar al terreno de la acción. No era ya muy entusiasta la postura europea y americana por unas condenas adecuadas a los regímenes dictatoriales que están conociendo esas revueltas populares contra su perpetuación en el poder. Aun así en Túnez y en Egipto se habían dado pasos sustanciales en el camino de la democratización, hasta que se ha tropezado con la muralla de Gadafi. También en esta ocasión tenemos que exigir al Gobierno español que presione desde dentro y fuera de las instituciones europeas para poner coto a los crímenes de Gadafi y a su permanencia en el poder. Zapatero tiene la palabra. Quiero verlo.