Actualizado 28/04/2010 14:00

Rafael Martínez-Simancas.- Sin etiqueta.- Las miniseries.

MADRID 28 Abr. (OTR/PRESS) -

Urge una revisión inmediata de los medidores de televisión porque no se entiende que justo ahora, cuando más banderas republicanas se ven en la calle es cuándo más audiencia tiene una miniserie sobre la vida de la duquesa de Alba. No son las dos Españas es la esquizofrenia que nos pierde. Nunca imaginé que la agenda de una señora que no ha trabajado nunca diera para tanto (hasta para una medalla que le impondrá Gallardón con motivo de San Isidro que fue santo labrador, es decir que pudo haber sido empleado de la señora duquesa).

Por aquí gustan mucho las vidas ajenas y por eso las miniseries triunfan. Puede que nos hayamos vuelto muy digitales pero en el fondo el patio de vecinos en lugar de ventanas lo que tiene es un mando a distancia con muchos canales; aprietas y te cuentan el último cotilleo sin necesidad de tender la ropa en la cuerda. Nos las damos de muy viajados, pero no hemos terminado de salir del barrio, y por lo que se ve a mucha honra. Lo que nos gusta es meternos en el cerebro de los demás para cotillear su pensamiento puesto que de su palabra no nos fiamos (esto ya lo solucionaron los dibujantes de tebeos, entre ellos el genial Ibáñez cuando colocaban un bocadillo encima de la cabeza del que pensaba para que se vieran sus ideas). Algunas cosas son más largas que una película checoslovaca en la Filmoteca, por ejemplo el parto del Tribunal Constitucional que no termina de asomar nunca. Lo de María Emilia Casas daría para largometraje con descanso igual que cuando ibas al cine a ver "Guerra y Paz", una película tan larga que cuando salías no recordabas dónde habías dejado el coche y luego ya caías en que no tenías carnet de conducir.

Salvo el largometraje del Constitucional (que debería rodarse una parte en el callejón de la Maestranza de Sevilla dónde tres de sus miembros reflexionaban habano en ristre), lo demás es pura miniserie, es el estilo que mejor nos representa. Eso sí habría que buscar actores que convencieran, uno que haga de Zapatero y diga a micrófono cerrado: "nos interesa que haya tensión", y luego pida el voto por el pleno empleo. Otro que haga de Rajoy y pronuncie un "¡qué coñazo!" cuando le inviten al desfile de las Fuerzas Armadas, pero luego vaya con la gabardina de los otoños. O una actriz que haga de Aguirre, autora del término "hijoputa" sin graduación, una manera poética de referirse a un tercero.

La única miniserie que no se puede hacer es la de Bono porque no hay presupuesto para los rodajes de interior. Ni siquiera la cadena Hilton tiene tanto salones como los Bono.

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