Actualizado 04/01/2007 01:00

Rafael Torres.- Y ahora ¿qué?

MADRID 4 Ene. (OTR/PRESS) -

No disipado aún el estupor general producido por el atentado de Barajas, que lamina la esperanza puesta en el diálogo para erradicar pronta y definitivamente la violencia política en nuestro país, la sociedad española, o cuando menos esa gran mayoría que no se alegra de lo sucedido, no parece resignarse al triunfo de los partidarios de que todo continúe como antes, como siempre, ese goteo de muertes y estragos, ese goteo de terror y miedo, que ha venido distorsionando la vida política desde hace décadas. La sociedad española, que ha expresado recurrentemente su voluntad de poner término a los horrores del bandidaje que so capa de actuar en favor de Euskadi la sume en el marasmo, no quiere retirarse vencida del tablero de la civilidad, y ello no sólo por su admirable y acendrado pacifismo, sino por sabedora de que la acción policial no basta, como la realidad ha demostrado a lo largo del tiempo, para derrotar a ETA, sabedora a su vez de que matar cobardemente es fácil y de que nunca habrá de faltarle la ocasión para hacerlo por muy fuerte que sea esa presión policial.

Lo que era palmario antes del atentado que arrebató la vida a dos personas, no ha dejado de serlo hoy: sólo acabará la pesadilla de ETA cuando ésta renuncie a la violencia como arma política y entregue las pistolas, los subfusiles y los explosivos. El diálogo y la negociación auspiciados por el gobierno pretendieron conseguirlo, es decir, lo que no pudo ni podrá nunca lograr el acoso policial y judicial por cuyas rendijas siempre encuentra ETA el aire suficiente para seguir respirando, y la circunstancia de su fracaso, bien que penosa, no implica necesariamente que no se pueda y se deba intentar de nuevo, algún día y con más eficacia y fundamento, recorrer la única vía por la que puede llegarse, no sin sobresaltos y fatigas, al fin de la actividad terrorista.

Y ahora, ¿qué? Cualquier cosa menos la resignación, cualquier cosa menos darnos por vencidos y, desde luego, cualquier cosa menos seguir utilizando esta tragedia, como hacen algunos, para encontrar una ventaja o un ominoso atajo hacia el poder.

Rafael Torres.

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