Actualizado 27/10/2007 02:00

Rafael Torres.- La celebridad del rufián

MADRID 27 Oct. (OTR/PRESS) -

Toda agresión contra personas es racista: va dirigida contra la raza humana, la única que hay y a lo que pertenecemos todos. La que se perpetra contra un inmigrante se ejecuta, en realidad, contra un desvalido, contra un pobre, y ahí radica el agravante, a menudo aumentado por la alevosía, el abuso de fuerza, la actuación en cuadrilla y cuantas circunstancias suelen rodear los actos de los perversos y los cobardes. La agresión del chulo del metro de barcelona a una niña no necesita, por tanto, ser considerada como xenófoba o racista para resultar intolerable y repulsiva, y, desde luego, para recibir el máximo reproche social, pues el ataque a una niña constituye el máximo ultraje simbólico que puede recibir la sociedad en su conjunto, a menos que esa sociedad, como parece haber sucedido, esté tan enferma que se solace con la contemplación del ataque y que eleve al agresor a la condición de celebridad televisiva, incluyendo su solicitación por una nube de reporteros y "paparazzis".

La agresión de la muchacha no es, pese a su enorme publicitación mediática, sino una de las miles que de manos de indeseables sufren extranjeros y nacionales cada año en España, y si esto es así, y va en aumento, se debe, en parte, al menguado castigo que reciben los culpables. A partir de ahora, sin embargo, a la escasa punición se añade el premio de la fama, ese salir en todas las televisiones y ser el centro de atención del país, que para un mamarracho de existencia irrelevante (salvo por el daño que hace al prójimo) representa un estímulo insuperable para perseverar en aquello que le ha otorgado la popularidad y, con el tiempo, dinero. Lo cierto, en todo caso, es que un rufián se hace famoso por apalizar a una niña, o, más exactamente, porque la televisión ha reproducido miles de veces las imágenes de su hazaña. ¡Y luego nos lamentamos de que los adolescentes chungos graben palizas en sus teléfonos móviles y las cuelguen, para solaz idéntico al de sus mayores, en Internet!

Rafael Torres.

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