Actualizado 11/07/2009 14:00

Rafael Torres.- Al margen.- Por asta de toro.

MADRID 11 Jul. (OTR/PRESS) -

La necesidad, tan española, de reunir lo mejor y lo peor para divertirse, se ha cobrado una nueva víctima mortal en la persona de un joven alcalaíno. Se trata, no obstante, de una víctima bien computada, registrada en los anales, pues la proyección mediática de los Sanfermines no es la misma que la de esos otros pueblos y aldeas, centenares en todo el país, que cosechan en sus encierros y en sus aquelarres taurinos varias docenas de muertos anónimos, igualmente por asta de toro, cada verano.

Los muertos de Pamplona suben a podio de los héroes para, desde allí, estimular el ansia de vivir y acrecer la satisfacción de seguir vivos de los que cantan, saltan, bailan, corren y se ponen ciegos de vino y de ricas, grasientas y energéticas viandas. La desgracia de esos cadáveres legendarios de Iruña, jóvenes para la eternidad, se usa instintivamente, al parecer, para que la 'grey' se sienta más feliz y más viva, así como en la guerra las bombas, las devastaciones y el incierto mañana excitan la líbido y las ganas, bien que convulsas, de amar.

Los muertos de otras partes, de otros encierros, de cualquiera otra de las muchas celebraciones brutales de la vieja, decrépita más bien, España, se van directamente al limbo de los olvidados, y la memoria de sus rostros se marchita enseguida, y sus nombres pronto amarillean como las páginas de los periódicos locales que registraron su deceso, y nadie resigna en ellos, en fin, el deber de hacernos sentir rabiosamente vivos.

Pero la necesidad, tan española, de reunir lo mejor, esto es, las comidas comunales en la calle, el humor cordial y expansivo, la música, la fiesta, y lo peor, esto es, la tortura de animales, el coma etílico, el riesgo estúpido, los grandes heridos de por vida o la propia muerte de los celebrantes para hallar la diversión, tira para abajo de nosotros sin dejarnos crecer. Ese crecimiento llamado progreso, hermanado necesariamente con el refinamiento moral, se agosta sin esperar a agosto, en las fiestas taurinas de España, cada verano.

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