MADRID 4 Mar. (OTR/PRESS) -
Lo único que parecía seguir como siempre, el eje de la Tierra, ya no sigue: se ha desplazado la friolera de ocho centímetros a causa del terremoto de Chile, y nuestro planeta se ha desequilibrado también por dentro, de suerte que, de entrada, los días van a durar menos. Un poco menos de momento, pero cuando los días empiezan a acortarse, como sucede con los días de los que hemos pasado de los cincuenta, ya es un no parar. Que los días duren menos no tiene el mismo efecto, sin embargo, en todas las personas: para el trabajador en paro, por ejemplo, mucho más tendrían que acortarse para no sentirlos, desde su impotencia, tan interminables, en tanto que para el forajido de guante blanco y despacho de caoba que con sus timos, sus políticas, sus especulaciones y sus usuras se hizo con un capitalito para llevarse a las Islas Caimán o a las Sheychelles, los días que pase fundiéndoselo y bebiendo a sorbos voluptuosos la copa espumosal de la vida, habrán de antojársele cortos siempre.
Al Mundo se le ha fastidiado el eje, pero la noticia deja algo frios a los que la crisis económica partió por el eje. Y es que cada persona es también un Mundo, y pese a que hay varios, muchos, todos los mundos están en ella. El terremoto que las devastó, que en España ha asolado a millones de familias que creían tener un eje sólido en torno al cual desarrollar sus existencias, ha dejado un paisaje de escombros con corazones vivos atrapados dentro, pero los especialistas en esa clase de seismos auguran para lo largo de todo éste año, y quién sabe si del que viene, una sucesión de réplicas, nuevos derribos, escombros sobre escombros.
El eje de la Tierra no ha soportado el zarpazo brutal del terremoto de Chile y se ha desplazado ocho centímetros, en tanto que en la superficie rota las víctimas aplastadas se cuentan por cientos. Las otras criaturas, las víctimas del otro terremoto, conservan la vida, pero no el eje.