MADRID 9 Jul. (OTR/PRESS) -
Al PP le interesa centrar el Caso Gürtel en los trajes que el presidente de la Generalidad valenciana recibió muy probablemente de Orange Market, la empresa que obtenía casi todos los contratos del PP levantino. "Nadie se vende por tres trajes", dice Rajoy sentando la doctrina que habrán de divulgar sus apóstoles como exculpación razonable de El Curita, apodo otorgado al Camps de sonrisa invariablemente beatífica, de Ricardo Costa, ese número dos del PP valenciano de los cuellos de camisa imposibles y mortadelianos, y de otros cargos del partido también, presuntamente, en el ajo. A Rajoy, que cultiva una filosofía política de andar por casa (la niña, la piedra...), puede que se le antoje brillante e incontrovertible esa idea/argucia, pero es que no cuenta con la sospecha general, muy puesta en razón y compartida por fiscales y jueces, de que los trajes pudieran ser sólo la pequeña punta visible, descubierta, de un descomunal iceberg de corrupción.
Ricardo Costa, que siguiendo la tesis de Rajoy tampoco se vendería sólo por tres trajes, ni siquiera por media docena de las camisas que tanto le apasionan, mantuvo con El Bigotes, el obsequioso Álvaro Pérez, una conversación telefónica en la que trataban de idear algo al saber descubiertos sus trapicheos textiles: "Yo, por ayudarte -le dijo Costa al Bigotes según éste- hago lo que sea, y además te lo demuestro cada día". ¿Con qué "ayudas" le demostraba Costa a Pérez cada día, y a cambio de qué, su amistad o adhesión al parecer inquebrantables? ¿Hacía Costa en verdad lo que fuera por Pérez cada día? ¿Qué? La cuestión general, pues, no radica en la pertinencia o no de los regalos a los políticos, cual pretenden los medios adictos a los imputados para desviar la atención del meollo del asunto, sino en esa especie de sociedades de apoyos mutuos, de complicidades y cooperaciones necesarias, que hay establecidas entre empresarios y políticos. Éstos conocen la combinación de la Caja; aquellos pillan y reparten. El disfraz de ambos, por lo demás, suelen ser, precisamente, los ternos impecables.