MADRID 14 May. (OTR/PRESS) -
Se pondera la colaboración y la sincronía de las "diversas administraciones" ante el desastre de Lorca. Diríase que tiene que ocurrir una calamidad de esas brutales proporciones para que lo que debiera ser habitual y cotidiano deje de ser excepcional. Porque la Administración, en realidad, es una sola, y sólo faltaría que todo el aparato estatal atomizado que la compone, ayuntamiento, diputación, comunidad, ministerios, contribuyera con su dislocación a hacer para las personas más insufrible aún su tragedia. No, bastante tienen ya los vecinos de Lorca, muchos de los cuales han perdido sus hogares y sus bienes, algunos a sus familiares, y todos la silueta del castillo y las de las torres eclesiales que enmarcaban espacialmente sus vidas, para que vinieran ahora los políticos con sus pendencias, su sectarismo y su afición a ponerse, unos a otros, palos en las ruedas.
Pero cuando se disipe en algo el estupor, y se emprenda la urgente faena de reconstruir cuanto puede reconstruirse, esa colaboración y esa sincronía deberán mantenerse, y aun reforzarse. ¿Serán capaces? Para inspirarse, los políticos pueden ir tomando nota de la conducta de las propias víctimas, agavilladas en el infortunio por el apoyo mutuo y por el calor que se prestan. Los inmigrantes, que en Lorca son legión, casi uno de cada cuatro habitantes, y que estaban pasándolo fatal antes de los temblores, pues la crisis y el paro se han cebado particularmente con ellos, necesitarán acaso algún socorro extra, toda vez que se hallan, lejos de sus familias y de su país, más desamparados si cabe. El terremoto, haberlo sufrido como nosotros, de alguna manera les convierte en lorquinos de nación.
Ánimo y fuerza, pues, para la gente de Lorca, que hoy no necesita más campaña electoral que la acción decidida, vigorosa y urgente de esas "administraciones" que, siendo cada una de su padre y de su madre, deben ser sólo el instrumento apartidario, comunal y único para la reconstrucción de la ciudad.