Actualizado 12/09/2009 14:00

Rafael Torres.- "Al margen".- Pozuelo.

MADRID 12 Sep. (OTR/PRESS) -

Algunos padres de los detenidos en los disturbios de Pozuelo van a recurrir la sanción que prohíbe a sus vástagos salir de casa a partir de las diez de la noche por una temporada. A esos padres debe parecerles que a quien se castiga es a ellos, pues apenas se concibe tormento mayor que aguantar a sus criaturas en el hogar familiar todas las noches, y andan removiendo Roma con Santiago para que su proceder vandálico se vea exento de punición, o bien que ésta no les alcance a ellos. Los padres de los detenidos de Pozuelo, que suponen que sus hijos son así por efecto de la humedad (húmedos suelen ir, desde luego), y no porque ellos los han construido de esa manera, pretenden escurrir el bulto de su responsabilidad de cómplices o cooperadores necesarios de las demasías y desafueros de su adorada descendencia.

A estas alturas sorprende, por lo demás, que aún se debata sobre el botellón en la vía pública, sobre el vandalismo que lleva aparejado, sobre el alcoholismo idiotizador de los adolescentes, sobre sus causas y sobre sus posibles remedios. Mientras se debate, millares de zánganos que se complacen en destruirse las neuronas cerebrales con tóxicos peleones, acaso por considerarlas inútiles e incluso nocivas para la clase de vida que quieren llevar, atormentan el descanso de los ancianos, los enfermos, los niños y los trabajadores, agreden a los transeúntes, destruyen el mobiliario urbano, orinan, vomitan y defecan en las calles, y, en general, hacen cuanto los seres humanos hacen cuando se emborrachan de manera gregaria y compulsiva. Invocar la libertad de quienes con su comportamiento destruyen la del prójimo, particularmente la del prójimo más débil, es un sarcasmo de traza avinada que sólo puede salir del embotado caletre de esos pequeños miserables de las noches que consiguen, pues son muchos, miserabilizarlas absolutamente. Se trata, en consecuencia, de una cuestión de orden público que se sobrepone, por la urgencia y necesidad de resolverla, a cualquiera otra de índole social, cultural o psiquiátrica. Con la de descampados que hay en este país desertizado para hacer botellón, como para seguir permitiendo el despojo de lo poco, la calle y poco más, que es de todos.

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