MADRID 3 May. (OTR/PRESS) -
El sector privado es a la cosa pública lo que Telefónica a sus abonados, esto es, que se está en uno o en la otra, con la una o con los otros, y más cuando, como en el caso de Telefónica, esa empresa hoy privada se edificó sin necesidad de poner los cimientos, ni de hacer los planos, ni de construir nada, ni de correr riesgos, pues todo eso se hizo en su día con el dinero de todos, bien que para que luego lo heredaran algunos, muy pocos y avisados algunos. Eduardo Zaplana, el hombre de carrera política meteórica pulverizada, como ocurre con tantos meteoritos al impactar en la atmósfera, esto es, en la realidad de la derrota electoral, se ha ido a Telefónica en calidad de no se qué, y si bien semejante viaje desde el despachito del Congreso al despachazo que le aguarda en la multinacional no conculca, al parecer, ley ni norma alguna (pues, entre otras cosas, nadie hace leyes que le perjudiquen, y los diputados tampoco), sí suscita preguntas inquietantes. Por ejemplo: ¿Ha cambiado realmente de actividad Eduardo Zaplana?
Descartado que el flamante ejecutivo de Teléfonica laborara en los últimos años, como diputado y portavoz de su partido en el Congreso, por el interés común y el bienestar de los ciudadanos, que se logra en buena medida cuando los políticos resuelven los problemas en vez de crearlos como hizo Zaplana con su estrategia de la crispación, pudiera ser que su viaje actual no haya sido tan largo. No quiero decir, desde luego, que Zaplana fuera un político demasiado "amable" con el sector privado, esto es, con la empresas y sus movidas dinerarias, en detrimento de aquel al que servía y del que cobraba la nómina, el público, pero sí que ha encontrado en las alturas de los negocios, rápidamente, meteóricamente, el reconocimiento y el confort que las urnas le han negado, por mucho que a él le guste fantasmear con la vitola de triunfador. El día que los políticos regresen a sus modestos trabajos anteriores cuando concluye su actividad política, ese día empezará a cobrar verdadero valor político en España la palabra decencia. Rafael Torres