MADRID 6 Mar. (OTR/PRESS) -
Desmontada en el juicio que se sigue contra losautores de la masacre del 11-M su abracadabrante teoría de la conspiración, el Partido Popular ha decidido dejarse de zarandajas y meter miedo directamente: ha sacado a su ala más dura, la franquista, a la calle, para aterrorizar a la gente.
Previamente, y desde el mismo 14 de marzo de 2004 enque perdieron las elecciones, los dirigentes del PPhan realizado un trabajo tan devastador entre la derecha, de tanta degradación política, que laciudadanía asiste hoy, atónita, al denigrante espetáculo que representan las manifestaciones del PP cuajadas de banderas franquistas, falangistas y delrequeté, sin que ningún participante en ellas lo impida semejante exhibición a sus portadores.
Del "España se rompe" que corearon hasta la extenuación durante la discusión del Estatuto catalán, hasta el "Zapatero terrorista" y claudicador ante ETA, una buena porción de eslógans y consignas demenciales han arrancado a la ciudadanía conservadora (perodemocrática) de los territorios de la racionalidad, yla han transportado a los de la visceralidad, el maniqueismo y la demagogia.
Ya no hay (no vuelve a haber) más España que la suya, ni más adhesión aldolor de las víctimas que la suya, ni más razón que la que está de su parte. Éste PP secuestrado por ultras ha abolido en su discurso cualquier sujección a la norma más básica de la política, la del respeto al adversario, con la intención de que el vacío que conello se crea sólo pueda ser llenado por el miedo, el miedo de la gente sencilla, esa baza ideal para los manipuladores mesiánicos.
Sin embargo, no cuenta el PP., subsumido en esa su ciega e irresponsable estrategia, con que los españoles aprendieron hace mucho que a lo único que hay que tener miedo es al propio miedo. Y ya no tienen, por mucho que les den. Que les dan.
Rafael Torres.