Actualizado 07/07/2009 14:00

Rafael Torres.- Quieren jugar.

MADRID 7 Jul. (OTR/PRESS) -

Las cosas destinadas a los niños se distinguen, como se sabe, por su extrema peligrosidad, pero pocas son tan letales como los parques infantiles, esos reductos infectos, cuajados de trampas, hierros, picos y aristas que en España parecen diseñados, construidos y mantenidos por una tenebrosa banda de psicópatas. Así lo ha venido a denunciar la prestigiosa organización Save the Children, que con su campaña "Quieren jugar" pretende que esos corrales mugrientos de estabulización infantil dejen de proporcionar trabajo a las urgencias hospitalarias y sirvan, en la medida de lo posible, al esparcimiento de las criaturas. Y es que pese a que juguetes, ropa, vehículos, películas y accesorios diversos conspiran contra la integridad física y psíquica de los párvulos por su manufactura en general tóxica o demente, son los parques infantiles, hogaño conocidos como "los columpios", los que más atentan contra sus vidas. Los ayuntamientos, por supuesto, tienen la culpa.

Diríase que los alcaldes y los concejales, particularmente los de Parques y Jardines, no tienen hijos, o que si los tienen no les llevan a los parques, o que los detestan y sí les llevan. Construyen para los niños, generalmente en lugares inadecuados (o sombríos o torrefactantes, o entre el tráfico rodado o en confines desérticos), estructuras y artefactos que no parecen tener otro objeto que el de que sus usuarios se partan la crisma. Es cierto que lo más peligroso de todo (incluso de todo lo imaginable) es el propio niño, pero no lo es menos que esas rampas de pista americana, esas cacas de perro esmaltando la arena, esos columpios pésimamente cimentados, esos tubos para que los niños se atasquen dentro, esas maderas astilladas, esos toboganes sin peraltar, y, desde luego, la mugre solidificada en estratos, no contribuyen a disminuir ni el horror ni el peligro. Los niños, ya que nadie les hace caso, quieren, cuando menos, jugar, no haciéndole, por lo demás, ascos al riesgo, pero los adultos podrían, sin embargo, querer que sobrevivan a él. Aunque sólo fuera por el prurito de la conservación de la especie, tan amenazada.

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