MADRID 23 Mar. (OTR/PRESS) -
Hay muchas noticias que sugieren comentario: noticias políticas, como la irrupción de la versión madrileña de 'Ciutadans' anunciada para las próximas generales; noticias económicas, como OPAs diversas, sobre Endesa o Iberia; noticias sociales, como la 'Educación para la Ciudadanía zapatera'; noticias deportivas, como el agónico España-Dinamarca.
Pero cuando ocurre que hubo una vez un juicio que terminó en condena de Arnaldo Otegi por ensalzamiento del terrorismo, que el Supremo anuló por razones procesales, y el día de la repetición del juicio el reo se esconde tras la mentira de que no acude porque está en un atasco, y el fiscal pide que se aplace hasta después de las elecciones locales de mayo (porque Otegi manda en Batasuna, y Batasuna ha de poder presentarse, de acuerdo con el proceso de rendición a la ETA) y el tribunal se niega, y entonces el fiscal retira los cargos y obliga al tribunal a archivar la causa; cuando ocurre todo esto a la vista de todos, desvergonzadamente, obscenamente, entonces todas las demás noticias palidecen hasta desvanecerse, porque asistimos a un ataque al corazón del Estado de Derecho, es decir, de la organización de la convivencia bajo el imperio de la ley.
Y cuando se ataca el corazón del Estado de Derecho, se abre la puerta a la arbitrariedad y a la inseguridad jurídica; la libertad sufre, la democracia se agosta, y todo eso sucede de forma silenciosa, disfrazado de tecnicismos jurídicos, con apariencia de respeto a las formalidades legales, hasta que llega un momento en que, si no hemos estado atentos a la defensa de la libertad, la ley y la democracia, nos encontramos con que hemos sido convertidos, sin apenas notarlo, en juguetes de todo déspota que haya logrado llegar al poder.
Ramón Pi