MADRID 29 May. (OTR/PRESS) -
El Gobierno y su partido tienen buenos motivos para reflexionar tras las elecciones del domingo. Lo de Madrid ha sido una derrota humillante, sin paliativos; el PSOE ha obtenido el peor resultado desde 1979, el PP ha crecido de forma espectacular y, además, la responsabilidad de este descalabro recae entera en José Luis Rodríguez Zapatero personalmente, que es quien hizo la cacicada de imponer a los candidatos a los que ha llevado al degolladero. El PSOE conserva sus feudos autonómicos tradicionales, pero la posibilidad de incrementar su poder, sobre todo en Navarra, puede tener un coste político letal en las próximas e inevitables generales, si finalmente se alía con Nafarroa Bai. No lo tiene fácil.
Por su parte, el Partido Popular ha ganado en votos populares en el conjunto de España, pero ha logrado menos concejales que los socialistas, así que, si hemos de atender a este tipo de recuentos, vaya lo uno por lo otro. Ganar en Madrid de esta forma ha estado muy bien, pero perder Navarra, y probablemente también las autonomías insulares, ya no resulta tan satisfactorio. Ha sido el más votado en algunas plazas importantes como Sevilla o, sorprendentemente, Córdoba (atención a José Antonio Nieto, valor emergente), e incluso ha ganado dos capitales de provincia como Cuenca y Guadalajara; pero a cambio ha cedido el gobierno municipal en once, Es verdad que eso ha ocurrido casi en todos los casos por haber perdido la mayoría absoluta y estar sometido a las coaliciones de perdedores, tan del gusto de socialistas y comunistas, pero es que así funciona esto con la actual ley electoral.
Nadie, pues, puede decir en serio que estas elecciones autonómicas y municipales prefiguran un resultado determinado en las generales que se avecinan. En cierto modo, esta incertidumbre no deja de ser un tanto a favor del PP, que no sólo está en la oposición, sino que resiste muy bien los intentos socialistas y zapatéricos de expulsarlo del mapa político con el famoso "todos contra el PP". Pero las espadas están en alto.
Ramón Pi.