MADRID 4 May. (OTR/PRESS) -
Magdalena Álvarez, ministra de Fomento, parece obstinada en renunciar a las pompas propias de su condición de miembro del Gobierno, y en continuar siendo conocida por el familiar apelativo de Maleni, nombre de evocaciones entre quinterianas y neorrealistas. Sus palabras y sus acciones siguen recordando a la mujer de barrio, desvergonzada y temible en una discusión en la corrala de vecinos. Hacer la lista completa de sus momentos estelares excede las posibilidades de esta modesta columna, aunque nos ciñésemos a estos últimos tres años, desde aquel memorable "plan Galicia de mierda" hasta la penúltima, su paseo por la estación del metro que comunica el centro de Madrid con el aeropuerto de Barajas, un paseo con los candidatos socialistas a la presidencia de la Comunidad de Madrid y la alcaldía de la capital realizado la víspera de su inauguración por la presidenta de la Comunidad, que es la institución que ha costeado este enlace.
El alcalde madrileño calificó de "patético" este paseo electorero para robar cámara y deslucir el momento de gloria, también electorero, de la presidenta autonómica del día siguiente. No sé si ese es el calificativo más adecuado, o si no lo es más lo que se oyó en boca de algunos estupefactos ciudadanos que vieron el paseíllo y comentaron simplemente: "Pero qué cara más dura".
Maleni podrá ser patética, podrá tener la cara como el hormigón, pero es peligrosa, porque le da lo mismo la verdad que la mentira, y porque no tiene respeto a nada que no le convenga. Dicen que llegó al Gobierno porque el presidente andaluz, que la tenía de consejera, la propuso para quitársela de en medio, al igual que hizo con Carmen Calvo, la que critica los textos que tienen muchos "anglicanismos" y que se felicita, imbuida de su condición de ministra de Cultura, porque "la mitad de los españoles que leen es cada vez mayor que la mitad de los que no leen". También dicen que eso mismo fue lo que hizo el presidente extremeño con María Antonia Trujillo. Y uno piensa que esos dos presidentes autonómicos socialistas ya podrían haberse vengado de Rodríguez Zapatero de otro modo que no fuera arreando una patada en el trasero de todos los contribuyentes. Pero esos son los riesgos de las ministras de cuota y de esas "igualdades" por decreto.
Ramón Pi.