MADRID 2 Feb. (OTR/PRESS) -
El PNV no es un partido democrático. Un partido democrático no organiza una manifestación callejera para descalificar a los jueces que tienen la osadía de atender una denuncia que incrimina al presidente del Gobierno autonómico como colaborador necesario para que el brazo político de una banda terrorista cometa un delito de desobediencia a la Justicia.
El PNV es un "movimiento nacional" separatista, que se comporta como un partido político porque de este modo puede aprovecharse del poder añadido que le otorga la legislación electoral, que le adjudica escaños en el Congreso aunque sólo se presente en cuatro de las 52 circunscripciones electorales. Una ley electoral que, además, favorece que pueda tener un papel decisivo si el ganador de las elecciones no alcanza mayoría absoluta.
El PNV goza de esta situación porque, cuando se hizo la Constitución, los partidos democráticos creyeron que con estas prebendas el nacionalismo vasco aceptaría a España como casa común. Eso, sin embargo, no ha ocurrido, y el PNV continúa recogiendo las nueces que caen del árbol español sacudido por la banda terrorista y separatista ETA.
El PNV vive ahora momentos muy importantes para sus propósitos, porque ocupa el poder en La Moncloa un presidente cobarde, asustado ante la ETA, que disfraza su pánico con la curiosa monserga de que, dialogando con los asesinos, éstos dejarán de asesinar. A este presidente hay que mantenerlo a toda costa, porque cualquier otra alternativa es peor para el separatismo.
Así estamos en este aspecto, más o menos.
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